Tres tajos de luz cortaron la pared del piso escarmentando partida,
sus ojos se cerraban de bronca,
el alma le soltaba pie,
no pisaba.
Me arrastró sobre los rieles,
traqueteaba lejana la maldita ironía,
serenata de carril, ruedas: un mientras
que a su paso destroza.
Un halito de olvido traía inolvidables,
besaba momentos donde su flor escandalosa
señalaba porvenires instigados,
(misteriosamente sonriente),
sus ojos atizados de estrellas
rogando hombre,
la mano animal, la mano hermanada,
la brutal también,
como hacha.
Se la llevó un andén,
con el humor sembrado en un cantero:
rencores de infancia, queriendo curarlos.
No sabía ella:
regresar.
Dicen que se perdió y no fue así,
(imposible desaparecer):
un faro, una linterna y un libro la une,
ella sabe en que estación el paso,
qué par de árboles, qué puerta.
Tres tajos hacen el fuego en mi hogar.
Trepidar…
me descascaro de lágrimas.
Estoy desnudo.
rm