Charles Baudelaire
LVII
A UNA MADONA
(Ex-voto a la manera española)
Yo quiero erigir para ti, Madona, mi amante,
Un altar subterráneo en el fondo de mi angustia,
Y cavar en el rincón más negro de mi corazón,
Lejos del deseo mundanal y de la mirada burlona,
Un nicho de azur y de oro todo esmaltado,
Donde tú te erigirás, Estatua maravillosa.
Con mis Versos pulidos, enmallados por un puro metal
Sabiamente constelado de rimas de cristal,
Yo haré para tu cabeza una enorme Corona;
Y de mis Celos, oh Mortal Madona,
Yo sabré cortarte un Manto, de manera
Bárbara, tieso y pesado, y forrado de sospechas,
Que, como una garita, encerrará tus encantos;
No de Perlas bordado, ¡sino de todas mis Lágrimas!
Tu Ropa, será mi deseo, trémulo,
Ondulante, mi Deseo que sube y que desciende,
En las cimas meciéndose, en los valles reposando,
Y reviste con un beso todo tu cuerpo blanco y rosado.
Yo te haré de mi Respeto, hermosos Escarpines
De raso, para tus pies Divinos humillados,
Que, aprisionándolos en un muelle abrazo,
Cual un molde fiel conservarán la impronta.
Si yo no puedo, malgrado todo mi arte diligente,
Por Peana tallar una Pluma de plata,
Pondré la Serpiente que me muerde las entrañas
Bajo tus talones, a fin de que tú pises y te mofes,
Reina victoriosa y fecunda en redenciones,
Este monstruo hinchado de odio y de salivazos.
Tú verás mis Pensamientos, alineados como los Cirios
Ante el altar florido de la Reina de las Vírgenes,
Estrellando el cielorraso pintado de azul,
Mirándote siempre con ojos de fuego;
Y como todo en mí te quiere y te admira,
Todo se hará Benjuí, Incienso, Olíbano, Mirra,
Y sin cesar hacia ti, cumbre blanca y nevada,
En Vapores ascenderá mi Espíritu tempestuoso.
Finalmente, para completar tu papel de María,
Y para mezclar el amor con la barbarie,
¡Negra Voluptuosidad! de los siete Pecados capitales,
Verdugo lleno de remordimientos, yo haré siete Puñales
Bien afilados, y, como un juglar insensible,
Tomando lo más profundo de tu amor por blanco,
¡Yo los plantaré a todos en tu Corazón jadeante,
En tu Corazón sollozante, en tu Corazón sangrante!
1860.
LVIII
CANCIÓN DE LA TARDE
Aunque tus cejas malas
Te infunden un aire extraño
Que no es digno de un ángel,
Hechicera de los ojos atrayentes,
¡Yo te adoro!, ¡oh, mi frívola,
Mi terrible pasión!
Con la devoción
del sacerdote por su ídolo.
El desierto y la floresta
Embalsaman tus trenzas rústicas.
Tu cabeza tiene las actitudes
Del enigma y del secreto.
Sobre tu carne el perfume vaga
Como alrededor del incensario;
Tú encantas como la noche,
Ninfa tenebrosa y cálida.
¡Ah! los filtros más fuertes
Nada valen para tu pereza,
¡Y tú conoces la caricia
Que hace revivir a los muertos!
Tus caderas están enamoradas
De tus hombros y de tus senos,
Y tú enardeces los cojines
Con tus actitudes lánguidas.
Algunas veces, para aplacar
Tu rabia misteriosa,
Tú prodigas, seria,
La mordedura y el beso;
Tú me desgarras, mi morena,
Con una risa burlona,
Y luego pones sobre mi corazón
Tu mirada suave como la luna.
Bajo tus escarpines de satín,
Bajo tus encantadores pies de seda,
Yo, yo deposito mi inmensa alegría,
Mi genio y mi destino,
Mi alma por ti curada,
¡Por ti, luz y color!
Explosión de calor
¡En mi negra Siberia!
1860.
LIX
SISINA
¡Imaginaos a Diana en galante cabalgata,
Recorriendo los bosques o batiendo los zarzales,
Cabellos y pecho al viento, embriagándose de ruido,
Soberbia y desafiando a los mejores jinetes!
¿Has visto a Turingia, amante de la carnicería,
Incitando al asalto a un pueblo descalzo,
Las mejillas y la mirada ardientes, encarnando su personaje,
Y trepando, sable en mano, las reales escaleras?
¡Tal la Sisina! Pero, la dulce guerrera
Tiene el alma tan caritativa como asesina;
Su coraje, enloquecido de pólvora y de tambores,
Ante los suplicantes sabe abatir las armas,
Y su corazón, azotado por la llama, tiene siempre,
Para el que se muestra digno, un receptáculo de lágrimas.
1859.
LX
FRANCISCAE MEAE LAUDES
(Versos compuestos para una modista erudita y devota)
Novis te cantabo chordis,
O novelletum quod ludís
In solitudine cordis.
Esto sertis implicata,
O femina delicata,
Per quam solvuntur peccata!
Sicut beneficum Lethe,
Hauriam oscula de te,
Quae imbuta es magnete.
Quum vitiorum tempestas
Turbabat omnes semitas,
Apparuisti, deitas,
Velut stella salutaris
In naufragiis amaris...
Suspendam cor tuis aris!
Piscina plena virtutis,
Fons aeternae juventutis,
Labris vocem redde mutis!
Quod erat spurcum, cremasti;
Quod rudius, exaequasti;
Quod debile, confirmasti!
In fame mea taberna,
In nocte mea lucerna,
Recte me semper guberna.
Adde nunc vires viribus,
Dulce balneum suavibus
Unguentatum odoribus!
Meos circa lumbos mica,
O castitatis lorica,
Aqua tincta seraphica;
Patera gemmis corusca,
Pañis salsus, mollis esca,
Divinum vinum, Francisca!
(Véase al final de GALANTERÍAS)
1857.
Ricardo Marcenaro
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Diario La Nación
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