Este día que hoy devana ante Dios el fin del verano apresurado en el torrente del sol color salmón, en mi casa que los mares sacuden sobre un despeñadero enredada entre fruta y gorjeos, espuma, flauta, aleta y pluma, ante la pezuña danzarina de un bosque junto a las arenas espumosas con estrellas marinas cruzadas por vendedoras de pescado por flautistas y velas, coquillas y gaviotas, y afuera el cuervo negro, hombres con avíos de nubes que se hincan ante los nidos del crepúsculo, muchachos que tajean a los gansos cercanos en el cielo, y garzas, caracolas que hablan los siete mares, aguas eternas, lejos de las ciudades con noches de nueve días cuyas torres se enredaran en el viento piadoso como estacas de paja alta y seca, ante la pobre paz yo canto para vosotros, extranjeros, (aunque la canción sea un acto encrespado y ardiente, con el fuego de los pájaros en el bosque giratorio del mundo por mis sonidos salpicados y dispersos fuera de estas hojas con pulgares de mar que han de echarse a volar para caer como las hojas de los árboles, tan pronto como se desmoronen sin morirse, al entrar en la noche sofocante. Guardián del mar, el salmón sorbe los deslices del sol y los cisnes mudos amoratan mi penumbra que roció la bahía mientras yo acuchillo a este alboroto de las formas, para que sepas tú como yo, un hombre giratorio reverencio también a la estrella y al pájaro estruendoso, al mar nacido y al hombre desgarrado y a la sangre bendita. Oye: en este sitio soplo la trompeta desde el pez hasta el cerro saltarín. Mira: construyo mi barca que desciende hasta lo mas alto de mi amor cuando el diluvio empieza fuera del manantial del miedo, de la candente ira del hombre que está vivo, fluido y montañoso brota sobre las granjas vacías blanco-oveja que duermen heridas por el sueño hacia Gales en mis brazos. ¡Oh, guárdate en un castillo tu, rey de las tonadas de los búhos, que iluminas de luna las carreras aladas y zambulles al ciervo muerto envuelto en pieles de cañada! ¡Hola, en armaduras plúmbeas oh mi anillada paloma torcaz en la ululante oscuridad cercana con la corneja reverente de Gales, arrulla la alabanza de los bosques la que aluna sus notas azules desde el nido hasta la grey de pájaros acuáticos! ¡Alto, cofradía festiva, ágape, con el pesar en vuestros picos sobre los cabos parloteantes! ¡Ay a caballo del cerro la veloz liebre macho! que oye en esta luz de zorro el estruendo del diluvio en mi barca mientras rompo y destruyo (un choque de yunques para mi alboroto y mi violín esta tonada sobre un hongo esponjoso) todo menos los animales gruesos como ladrones sobre las rudas y confusas tierras del Señor (¡Salud a la raza de Sus bestias!) ¡las bestias que duermen flacas y bondadosas, chito, en los bosques que abultan como cerdos! ¡Cloquean las huecas granjas de las parvas y se aferran al tropel de las aguas! Oh, el reino de vecinos aleteante caído y desplumado, destella en mi barca remendada y la luz de la luna se bebió a Noé en la bahía con pellejo y escamas y vellones; solo las ahogadas campanas profundas de ovejas y de iglesias resuenan por la pobre paz cuando el sol cae y las tinieblas cubren todos los campos benditos. ¡Cabalgaremos solitarios y entonces bajo las estrellas de Gales han de llorar multitudes de barcas! A través de las tierras con párpados acuáticos, guarecidas con sus amores ellas irán de una colina a otra como boscosas islas. ¡Hola, mi paloma de proa con su flauta! ¡Salve, viejo zorro con tus patas de mar, picaflor y jilguero! Mi barca canta al sol al final del verano por Dios apresurado y el diluvio comienza a florecer.
VEO A LOS MUCHACHOS DEL VERANO
I
Veo a los muchachos del verano en su ruina convertir en eriales los dorados rastrojos, desdeñar las cosechas y congelar los suelos; y allí, en su ardor, el invernal diluvio de amores escarchados, persiguen a las niñas, y echan en sus mareas los sacos de manzanas.
Los muchachos de luz en su locura, coagulan lo que tocan, agrian la miel hirviente; hurguetean los muñecos de escarcha en las colmenas; allí en el sol, frígidas hebras de oscuridad y duda, ellos nutren sus nervios y el signo de la luna, nada es en sus vacíos.
Veo a los muchachos del verano en el vientre materno rasgar hacia la luz la atmósfera del útero, dividir noche y día con pulgares de duende; allí, desde lo hondo, con sombras seccionadas de sol y luna ellos pintan sus dársenas mientras les pinta el sol los cascos de la frente.
Sé que de estos muchachos han de surgir hombres de nada hechos por la transformación de las semillas, o han de lisiar el aire saltando de sus llamas, desde sus corazones, cuando el pulso candente del amor y la luz estalle en sus gargantas. Oh, ved el pulso del verano en el hielo.
II
Pero las estaciones deben ser desafiadas o se tambalearán en algún cuarto de hora repicante donde, como una puntual muerte hacemos tintinear las estrellas; esa noche en que el invierno soñoliento les tira de la negra lengua a las campanas y no se atreven a chistar siquiera los vientos de la luna y de la medianoche.
Somos los oscuros negadores, exorcicemos a la muerte en la mujer colmada de verano, arrojemos la vida musculosa de los amantes que se crispan, y de los muertos limpios que hace fluir el mar echemos al gusano de ojos brillantes en la linterna de Davy, y del vientre preñado quitemos el muñeco de paja.
Nosotros, muchachos del verano en esta red de cuatro vientos, verdes por el hierro de las algas, levantemos al bullicioso mar y arrojemos sus pájaros, alcemos la bola del mundo llena de olas y espuma para ahogar los desiertos con sus mareas y trenzar los jardines del condado.
En primavera ornamentamos nuestra frente. Vivan las bayas y la sangre, y crucificamos a los alegres señores en los árboles; Aquí el húmedo músculo del amor se aja y muere, aquí estalla un beso en una cantera sin amor, Oh ved en los muchachos los polos de la promesa.
III
Yo os veo, muchachos del verano, en vuestra ruina. El hombre en el desierto de su larva. Y los muchachos son plenos y ajenos en la bolsa. Soy el hombre que vuestro padre fue. Somos hijos del pedernal y de la brea. Oh, ved cómo se besan los polos que se cruzan.
Traducción de Elizabeth Azcona Cranwell
Poesia: Dylan Thomas - Poemas selectos - Parte 1 - Prologo del autor - Veo a los muchachos del verano - Trad. Elizabeth Azcona Cranwell - Bio links
Dylan Marlais Thomas (Swansea, Gales, 27 de octubre de 1914 – † Nueva York,9 de noviembre de 1953) fue un poeta, escritor de cuentos y dramaturgo galés.
Dylan Marlais Thomas
(27 October 1914 – 9 November 1953) was a Welsh poet and writer whose
works include the poems, "Do not go gentle into that good ...