Para ser cruel se cortan los cabos,
Cae el puente desmembrado de huesos
De panza al tajo del abismo cegado.
Gritó ahí: amé, rasgando.
Curada su copa, de rato, selló su frente,
Cerró sus oídos, se sintió por dentro,
Bañada de sangre amaneció, rozagante.
Obligada por fin, reunió el tiempo,
Enderezó el hierro, vio correr el óxido.
ricardo marcenaro
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