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La muerte de los amantes
Tendremos lechos de ligeros aromas repletos,
divanes profundos como tumbas,
y flores extrañas sobre repisas,
abiertas para nosotros bajo cielos más bellos.
Usando a porfía sus últimos calores,
nuestros dos corazones serán dos amplias antorchas,
que reflejarán sus dobles luces
en nuestros espíritus, esos espejos gemelos.
Una noche mística, hecha de rosa y de azul,
intercambiaremos un rayo único,
como un largo sollozo, repleto de adioses;
y más tarde un ángel, abriendo las puertas,
leal y alegre, vendrá a reanimar,
los sucios espejos y las llamas muertas.
Carlos Drummond de Andrade
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