Charles Baudelaire
XIII
CARAVANA DE GITANOS
La tribu profética, de pupilas ardientes
Ayer se ha puesto en marcha, cargando sus pequeños
Sobre sus espaldas, o entregando a sus fieros apetitos
El tesoro siempre listo de sus senos pendientes.
Los hombres van a pie bajo sus armas lucientes
A lo largo de los carromatos, donde los suyos se acurrucan,
Paseando por el cielo sus ojos apesadumbrados
Por el nostálgico pesar de las quimeras ausentes.
Desde el fondo de su reducto arenoso, el grillo,
Mirándolos pasar, redobla su canción;
Cibeles, que los ama, aumenta sus verdores,
Hace brotar el manantial y florecer el desierto
Ante estos viajeros, para los que está abierto
El imperio familiar de las tinieblas futuras.
1852.
XIV
EL HOMBRE Y EL MAR
¡Hombre libre, siempre adorarás el mar!
El mar es tu espejo; contemplas tu alma
En el desarrollo infinito de su oleaje,
Y tu espíritu no es un abismo menos amargo.
Te complaces hundiéndote en el seno de tu imagen;
La abarcas con ojos y brazos, y tu corazón
Se distrae algunas veces de su propio rumor
Al ruido de esta queja indomable y salvaje.
Ambos sois tenebrosos y discretos:
Hombre, nadie ha sondeado el fondo de tus abismos,
¡Oh, mar, nadie conoce tus tesoros íntimos,
Tan celosos sois de guardar vuestros secretos!
Y empero, he aquí los siglos innúmeros
En que os combatís sin piedad ni remordimiento,
Tanto amáis la carnicería y la muerte,
¡Oh, luchadores eternos, oh, hermanos implacables!
1852.
XV
DON JUAN EN LOS INFIERNOS
Cuando Don Juan descendió hacia la onda subterránea
Y hubo dado su óbolo a Caronte,
Un sombrío mendigo, la mirada fiera como Antístenes,
Con brazo vengativo y fuerte empuñó cada remo.
Mostrando sus senos fláccidos y sus ropas abiertas,
Las mujeres se retorcían bajo el negro firmamento,
Y, como un gran rebaño de víctimas ofrendadas,
En pos de él arrastraban un prolongado mugido.
Sganarelle riendo le reclama su paga,
Mientras que Don Luis, con un dedo tembloroso
Mostraba a todos los muertos, errante en las riberas,
El hijo audaz que se burló de su frente nevada.
Estremeciéndose bajo sus lutos, la casta y magra Elvira,
Cerca del esposo pérfido y que fue su amante,
Parecía reclamarle una suprema sonrisa
En la que brillara la dulzura de su primer juramento.
Erguido en su armadura, un gigante de piedra
Permanecía en la barra y cortaba la onda negra;
Pero el sereno héroe, apoyado en su espadón,
Contemplaba la estela y sin dignarse ver nada.
1846.
XVI
CASTIGO DEL ORGULLO
En los tiempos maravillosos en que la Teología
Florecía con la máxima savia y energía,
Se cuenta que un día un doctor de los más grandes,
—Luego de haber forzado los corazones indiferentes;
Y haberlos conmovido en sus profundidades negras;
Después de haber franqueado hacia las celestes glorias
Caminos singulares para él mismo ignorados,
Donde sólo los Espíritus puros quizás habían llegado—,
Cual un hombre encaramado muy alto, presa de pánico,
Exclamó, transportado por un orgullo satánico:
"¡Jesús, pequeño Jesús! ¡te he impulsado tan alto!
Pero, si yo hubiera querido atacarte a despecho
De la armadura, tu vergüenza igualaría a tu gloria,
Y tú no serías más que un feto irrisorio!"
Inmediatamente su razón desapareció.
El brillo de ese sol con un crespón se cubrió;
Todo el caos rodó en esa inteligencia,
Templo en otro tiempo viviente, pleno de orden y de opulencia,
Bajo las bóvedas del cual tanta pompa había lucido.
El silencio y la noche se instalaron en él,
Como en una bodega cuya llave se ha perdido.
Desde entonces se pareció a las bestias callejeras,
Y, cuando se marchó sin ver nada, a través
De los campos, sin distinguir los estíos de los inviernos,
Sucio, inútil y feo como una cosa usada,
Fue de los niños el júbilo y la irrisión.
1850.
Ver parte 3 en blog
byricardomarcenaroi.blogspot.com/
CARAVANA DE GITANOS
La tribu profética, de pupilas ardientes
Ayer se ha puesto en marcha, cargando sus pequeños
Sobre sus espaldas, o entregando a sus fieros apetitos
El tesoro siempre listo de sus senos pendientes.
Los hombres van a pie bajo sus armas lucientes
A lo largo de los carromatos, donde los suyos se acurrucan,
Paseando por el cielo sus ojos apesadumbrados
Por el nostálgico pesar de las quimeras ausentes.
Desde el fondo de su reducto arenoso, el grillo,
Mirándolos pasar, redobla su canción;
Cibeles, que los ama, aumenta sus verdores,
Hace brotar el manantial y florecer el desierto
Ante estos viajeros, para los que está abierto
El imperio familiar de las tinieblas futuras.
1852.
XIV
EL HOMBRE Y EL MAR
¡Hombre libre, siempre adorarás el mar!
El mar es tu espejo; contemplas tu alma
En el desarrollo infinito de su oleaje,
Y tu espíritu no es un abismo menos amargo.
Te complaces hundiéndote en el seno de tu imagen;
La abarcas con ojos y brazos, y tu corazón
Se distrae algunas veces de su propio rumor
Al ruido de esta queja indomable y salvaje.
Ambos sois tenebrosos y discretos:
Hombre, nadie ha sondeado el fondo de tus abismos,
¡Oh, mar, nadie conoce tus tesoros íntimos,
Tan celosos sois de guardar vuestros secretos!
Y empero, he aquí los siglos innúmeros
En que os combatís sin piedad ni remordimiento,
Tanto amáis la carnicería y la muerte,
¡Oh, luchadores eternos, oh, hermanos implacables!
1852.
XV
DON JUAN EN LOS INFIERNOS
Cuando Don Juan descendió hacia la onda subterránea
Y hubo dado su óbolo a Caronte,
Un sombrío mendigo, la mirada fiera como Antístenes,
Con brazo vengativo y fuerte empuñó cada remo.
Mostrando sus senos fláccidos y sus ropas abiertas,
Las mujeres se retorcían bajo el negro firmamento,
Y, como un gran rebaño de víctimas ofrendadas,
En pos de él arrastraban un prolongado mugido.
Sganarelle riendo le reclama su paga,
Mientras que Don Luis, con un dedo tembloroso
Mostraba a todos los muertos, errante en las riberas,
El hijo audaz que se burló de su frente nevada.
Estremeciéndose bajo sus lutos, la casta y magra Elvira,
Cerca del esposo pérfido y que fue su amante,
Parecía reclamarle una suprema sonrisa
En la que brillara la dulzura de su primer juramento.
Erguido en su armadura, un gigante de piedra
Permanecía en la barra y cortaba la onda negra;
Pero el sereno héroe, apoyado en su espadón,
Contemplaba la estela y sin dignarse ver nada.
1846.
XVI
CASTIGO DEL ORGULLO
En los tiempos maravillosos en que la Teología
Florecía con la máxima savia y energía,
Se cuenta que un día un doctor de los más grandes,
—Luego de haber forzado los corazones indiferentes;
Y haberlos conmovido en sus profundidades negras;
Después de haber franqueado hacia las celestes glorias
Caminos singulares para él mismo ignorados,
Donde sólo los Espíritus puros quizás habían llegado—,
Cual un hombre encaramado muy alto, presa de pánico,
Exclamó, transportado por un orgullo satánico:
"¡Jesús, pequeño Jesús! ¡te he impulsado tan alto!
Pero, si yo hubiera querido atacarte a despecho
De la armadura, tu vergüenza igualaría a tu gloria,
Y tú no serías más que un feto irrisorio!"
Inmediatamente su razón desapareció.
El brillo de ese sol con un crespón se cubrió;
Todo el caos rodó en esa inteligencia,
Templo en otro tiempo viviente, pleno de orden y de opulencia,
Bajo las bóvedas del cual tanta pompa había lucido.
El silencio y la noche se instalaron en él,
Como en una bodega cuya llave se ha perdido.
Desde entonces se pareció a las bestias callejeras,
Y, cuando se marchó sin ver nada, a través
De los campos, sin distinguir los estíos de los inviernos,
Sucio, inútil y feo como una cosa usada,
Fue de los niños el júbilo y la irrisión.
1850.
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1857.
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 1 - Las Flores Del Mal - Al Lector - Spleen e Ideal (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 2 - Las Flores Del Mal - El Albatros - Elevación - Correspondencias (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 4 - Las Flores Del Mal - El mal monje - El enemigo - El de la mala suerte - La vida anterior (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 5 - Las Flores Del Mal - Caravana de gitanos - El hombre y el mar - Don Juan en los infiernos - Castigo del orgullo (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 6 - Las Flores Del Mal - La bellleza - El Ideal - La Giganta - La Máscara (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 7 - Las Flores Del Mal - Himno a la belleza - Perfume exótico - La cabellera - (Yo te adoro...) (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 8 - Las Flores Del Mal - (Tú pondrías al universo entero...) - Sed non satiata - (Con su vestimenta...) - La serpiente que danza (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 9 - Una Carroña - De profundis clamavi - El vampiro - (Una noche...) - Remordimiento póstumo - El Gato - Duellum - El balcón (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 10 - El poseso - Un fantasma - (Yo te doy estos versos...) - Semper eadem (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 11 - Toda íntegra - (Qué dirás esta noche) - La antorcha viviente - Reversibilidad (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 12 - Confesión - El alba espiritual - Armonía de la tarde - El frasco (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 13 - El Veneno - Cielo encapotado - El gato - El hermoso navío - Libro Las Flores del Mal (Lo pondré completo) (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 14 - La invitación al viaje - Lo irreparable - Platica -Canto de otoño - Libro Las Flores del Mal (Va completo) (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 15 - A una Madona - Canción de la tarde - Sisina - Franciscae Meae Laudes - Libro Las Flores del Mal (Va completo) (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 16 - A una Dama Criolla - Moesta et Errabunda - El Espectro - Soneto Otoñal - Libro Las Flores del Mal (Va completo) (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 17 - Tristezas de la luna - Los gatos - Los Buhos - La Pipa - Libro Las Flores del Mal (Va completo) (1)
- Poesía: Charles Baudelaire. Alquimia del dolor (las flores del mal) (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Mujeres condenadas (Delfina e Hipólita) - Damien Saez (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 18 - La música - Sepultura - Un grabado fantástico - El muerto alegre - Libro Las Flores del Mal (Va completo) (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 19 - El tonel del odio - La campana rajada - Spleen I - Spleen II - Libro Las Flores del Mal (Va completo)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 20 - Spleen III - Spleen IV - Obsesión - El gusto de la nada - Libro Las Flores del Mal (Va completo) (1)
- Poesía: Charles Baudelaire - Part 21 - Alquimia del Dolor - Horror simpático - El Heotontimorumenos - Lo irremediable - Libro Las Flores del Mal (Va completo) (1)
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Diario La Nación
Argentina
Cuenta Comentarista en el Foro:
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