CARMEN VII
Me preguntas, cuántos besos tuyos,
Lesbia, me serían más que suficientes,
Cuan gran el número de arena de Libia
yace en Cirene, de laserpicio plena,
entre el oráculo del ardiente Júpiter
y el túmulo del anciano Bato;
o cuantos astros, al callar la noche,
ven los amores ocultos de los hombres;
sólo esos besos satisfarán
a Catulo el loco más que suficientemente,
que ni contarlos podrán los curiosos
ni con sus malas lenguas hechizarlos
CARMEN VIII
¡Ay, Catulo, deja de hacer simplezas,
y ten lo que está muerto por perdido!
Radiantes soles te brillaban cuando,
en esos días, ibas
allí donde quería la joven,
amada por nosotros como nadie
será amada jamás.
Muchas fiestas celebraste allí entonces,
que tú deseabas y ella no odiaba.
En verdad, lucían soles radiantes.
Ella ya no lo quiere,
no lo quieras tú, débil,
ni persigas a la que huye, ni vivas
miserable: resiste
con tu mente obstinada.
Adiós, muchacha. Catulo aguanta ya,
no te rogará ni pedirá nada.
Mas sufrirás, cuando por nadie seas
rogada. ¡Ay, infame! ¿Qué vida te queda?
¿Quién irá a ti hoy? ¿Quién verá tu belleza?
¿A quién amarás ahora? ¿De quién
se dirá que eres? ¿A quién besarás?
¿A quién morderás los delgados labios?
Pero, ¡tú, Catulo, aguanta firme!
Me preguntas, cuántos besos tuyos,
Lesbia, me serían más que suficientes,
Cuan gran el número de arena de Libia
yace en Cirene, de laserpicio plena,
entre el oráculo del ardiente Júpiter
y el túmulo del anciano Bato;
o cuantos astros, al callar la noche,
ven los amores ocultos de los hombres;
sólo esos besos satisfarán
a Catulo el loco más que suficientemente,
que ni contarlos podrán los curiosos
ni con sus malas lenguas hechizarlos
CARMEN VIII
¡Ay, Catulo, deja de hacer simplezas,
y ten lo que está muerto por perdido!
Radiantes soles te brillaban cuando,
en esos días, ibas
allí donde quería la joven,
amada por nosotros como nadie
será amada jamás.
Muchas fiestas celebraste allí entonces,
que tú deseabas y ella no odiaba.
En verdad, lucían soles radiantes.
Ella ya no lo quiere,
no lo quieras tú, débil,
ni persigas a la que huye, ni vivas
miserable: resiste
con tu mente obstinada.
Adiós, muchacha. Catulo aguanta ya,
no te rogará ni pedirá nada.
Mas sufrirás, cuando por nadie seas
rogada. ¡Ay, infame! ¿Qué vida te queda?
¿Quién irá a ti hoy? ¿Quién verá tu belleza?
¿A quién amarás ahora? ¿De quién
se dirá que eres? ¿A quién besarás?
¿A quién morderás los delgados labios?
Pero, ¡tú, Catulo, aguanta firme!
Poesia: Catulo - Poemas a Lesbia – Carmen 7 y 8 - Bio Links
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