Antonin Artaud
No me queda voz para elogiarte, hermano mayor.
Si me inclinase sobre tu cuerpo que la luz va a dispersar
Tu risa me rechazaría.
El corazón entre nosotros, durante lo que impropiamente se llama una bella tormenta,
Cae varias veces,
Mata, excava y abrasa,
Renace más tarde en la suavidad del hongo.
No tienes necesidad de un muro de palabras para elevar tu verdad,
Ni de las volutas del mar para ungir tu profundidad,
Ni de esta mano afiebrada que nos coge por la muñeca
Y con ligereza nos lleva a talar un bosque
Del que nuestras entrañas son el hacha.
Basta.
Regresa al volcán.
Y nosotros,
Tanto si lloramos como si te tomamos el relevo
O preguntamos «quién es Artaud» a esa espiga de dinamita de la que no se desprende ni un solo
grano,
Para nosotros no ha cambiado nada,
Nada, salvo esta quimera tan viva del infierno que se despide de nuestra angustia.
1948
René Char en Indagación de la base y de la cima (1952-1960) (Ediciones Árdora, Madrid, 1999, trad. de Jorge Riechmann).
No me queda voz para elogiarte, hermano mayor.
Si me inclinase sobre tu cuerpo que la luz va a dispersar
Tu risa me rechazaría.
El corazón entre nosotros, durante lo que impropiamente se llama una bella tormenta,
Cae varias veces,
Mata, excava y abrasa,
Renace más tarde en la suavidad del hongo.
No tienes necesidad de un muro de palabras para elevar tu verdad,
Ni de las volutas del mar para ungir tu profundidad,
Ni de esta mano afiebrada que nos coge por la muñeca
Y con ligereza nos lleva a talar un bosque
Del que nuestras entrañas son el hacha.
Basta.
Regresa al volcán.
Y nosotros,
Tanto si lloramos como si te tomamos el relevo
O preguntamos «quién es Artaud» a esa espiga de dinamita de la que no se desprende ni un solo
grano,
Para nosotros no ha cambiado nada,
Nada, salvo esta quimera tan viva del infierno que se despide de nuestra angustia.
1948
René Char en Indagación de la base y de la cima (1952-1960) (Ediciones Árdora, Madrid, 1999, trad. de Jorge Riechmann).
Anukis y después Jeanne
Te descubriré a quienes amo, como un largo relámpago de calor, tan inexplicablemente como tú te me has mostrado, Jeanne, cuando, una mañana que se plegó a tu propósito, nos llevaste de roca en roca hasta ese fin de uno mismo que suele llamarse cima. Con el rostro oculto a medias por tu brazo doblado y los dedos de la mano reclamando tu hombro, nos regalaste, al cabo de nuestra ascensión, una ciudad, los sufrimientos y el título de un genio, la superficie extraviada de un desierto, y la curva circunspecta de un río en cuya orilla se hacían preguntas algunos constructores. Pero yo regresé a ti rápidamente, Hoz, porque estabas consumando tu ofrenda. Y ni el tiempo, ni la belleza, ni el azar que desenfrena el corazón podían medirse contigo. Entonces resucité mi antigua riqueza, nuestra riqueza común, y dominando lo que mañana destruirá recordé que tú eras Anukis la Atenazadora tan maravillosamente como eras Jeanne, la hermana de mi mejor amigo, y tan inexplicablemente como eras la Extranjera en el espíritu de ese miserable campanero cuyo padre repetía antaño que Van Gogh estaba loco.
Saint-Rémy-des-Alpilles,
18 de septiembre de 1949
René Char en Los matinales (1947-1949), incluido en Poesía esencial (Galaxia Gutenberg-Círculo de lectores, Barcelona, 2005, ed. y trad. de Jorge Riechmann).
Te descubriré a quienes amo, como un largo relámpago de calor, tan inexplicablemente como tú te me has mostrado, Jeanne, cuando, una mañana que se plegó a tu propósito, nos llevaste de roca en roca hasta ese fin de uno mismo que suele llamarse cima. Con el rostro oculto a medias por tu brazo doblado y los dedos de la mano reclamando tu hombro, nos regalaste, al cabo de nuestra ascensión, una ciudad, los sufrimientos y el título de un genio, la superficie extraviada de un desierto, y la curva circunspecta de un río en cuya orilla se hacían preguntas algunos constructores. Pero yo regresé a ti rápidamente, Hoz, porque estabas consumando tu ofrenda. Y ni el tiempo, ni la belleza, ni el azar que desenfrena el corazón podían medirse contigo. Entonces resucité mi antigua riqueza, nuestra riqueza común, y dominando lo que mañana destruirá recordé que tú eras Anukis la Atenazadora tan maravillosamente como eras Jeanne, la hermana de mi mejor amigo, y tan inexplicablemente como eras la Extranjera en el espíritu de ese miserable campanero cuyo padre repetía antaño que Van Gogh estaba loco.
Saint-Rémy-des-Alpilles,
18 de septiembre de 1949
René Char en Los matinales (1947-1949), incluido en Poesía esencial (Galaxia Gutenberg-Círculo de lectores, Barcelona, 2005, ed. y trad. de Jorge Riechmann).
René Char avec la mère Ginoux sept 1944
René Char - Pablo Picasso 1965
Poesia: Rene Char - Antonin Artaud - Anukis y despues Jeanne - Galeria de fotos
Ricardo M Marcenaro - Facebook
Blogs in operation of The Solitary Dog:
Solitary Dog Sculptor:
byricardomarcenaro.blogspot.com
Solitary Dog Sculptor I:
byricardomarcenaroi.blogspot.com/
Para:
comunicarse conmigo
comunicarse conmigo
marcenaroescultor@gmail.com
For:
contact me
For:
contact me
marcenaroescultor@gmail.com
My blogs are an open house to all cultures, religions and countries. Be a follower if you like it, with this action you are building a new culture of tolerance, open mind and heart for peace, love and human respect. Thanks :)
Mis blogs son una casa abierta a todas las culturas, religiones y países. Se un seguidor si quieres, con esta acción usted está construyendo una nueva cultura de la tolerancia, la mente y el corazón abiertos para la paz, el amor y el respeto humano. Gracias:)
(::)
No hay comentarios:
Publicar un comentario