Annemarie Heinrich, “Symphony” 1940
En el río encontré una mano,
El río desbarrancaba en mis ojos borrones a balde.
Alma.
El río me ama porque yo no lo seco, ni le robo, por eso:
Sus dones siempre en mano, reconfortante,
Piedad del agua en el agua.
Mi espalda tomó su mano, la dejó hacerme, sin darse vuelta:
El girasol de su vecindad,
Puenteó.
El río se deja alimentar, ella nunca dijo nada, todo su cuerpo por su mano,
Al darme vuelta ahí seguía,
Era persona.
Cruzamos la calle, cruzamos la vida.
Mano a mano.
Ricardo Marcenaro
12 de agosto de 2009
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