Me decías dijiste que cómo sí que no pero cuando.
Claro estaba hasta que te aproximaste con tu bola
De arrojar edificios en insistentes oleadas que lo derrumben,
Pero no, ahí estaba yo, parado, firme como algo inamovible.
Después dijiste gracias, y la verdad es que no se porqué,
Pero a las gracias de las gracias uno no hace más que agradecerles con gracia, graciosa que tiene la gracia de la Verdad.
Adoro tu sonrisa de mujer llena aunque suene cursi,
Tu gusto por el azúcar (en el colmo de lo cursi),
Cuando nos reímos de ridículos con caras y gestos caseros,
Lo que del otro se nos pegan en uno y sonreír
como en compañía al descubrirlo,
El extrañarte excitado, el recibirte excitada, el despedirte en paz.
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