A la boca del lobo que no reconoció el puñal sangriento de su colmillo arrojó la piedra de su palabra, con un grito. Se le enderezaron las orejas.
Bajó el bosque de su cerro envuelto en astillas, el hielo golpeaba, ya no era nieve, acelerado, mortal, empapaba las piedras a sopapos, barriendo el suelo.
Se le encogieron los músculos como rayo, las uñas encendidas en garra roturaron la tierra como una bomba que se zambulle, vomitó su alma en una cabellera de cascotes, fuego, velocidad, salto imposible como nunca había dado.
Una nube de hojas azules flotaba como una esponja que crece a volutas, a tos, a puño cerrado que se hace humo, venoso, partiendo en dos su estómago, como un puente entre la paz y la guerra, pólvora fue, abrazo también, fogonazo, suspiro y exhalación.
Un vapor descorrió su velo de carne arbolada estallando en los ojos sobre un blanco que ya no lo era, herida de mentir vio secar la mudez, traicionada, la princesa de la sombra salió bajo la laja, se descorrían decolorados los mensajes que grabó con su filo.
Leyó sobre si, huir no podía, tomó más polvo de piedra, inundó su boca de nieve, busco sus ojos, estaba en frente, salvaje, herido, furibundo, criminal.
Se vació. Sus ojos en los ojos de él lloraron.
Caía de la lengua, el beso.
Perdonándose rodaron desnudos,
se devoraban...
(Nota:
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A quienes sean tan amables y dispuestos, muchas gracias.
Rm)