LOS BRUJOS DE LA ANTIGÜEDAD
Don Juan solía decirme, muy a
menudo, que todo lo que hacia y todo lo que me estaba enseñando fue previsto y resuelto
por los brujos de la antigüedad. Siempre puso muy en claro que existía una
profunda distinción entre esos brujos y los brujos modernos. Categorizó a los brujos
de la antigüedad como hombres que existieron en
México quizá miles de años antes de
la conquista española; hombres cuya obra fue construir la estructura de la brujería,
enfatizando lo práctico y lo concreto. Los presentó como hombres brillantes
pero carentes de cordura.
Por otro lado, don Juan describió a
los brujos de ahora como hom bres renombrados por su sobriedad y su capacidad
de rectificar o readaptar el curso de la brujería, si así lo juzgaban necesario.
Don Juan me explicó que las premisas
pertinentes al ensueño fueron, naturalmente, contempladas y desarrolladas por
los brujos de la antigüedad. Ya que esas premisas son de importancia clave para
explicar y entender el ensueño, me veo en la necesidad de discutirlas una vez
más. La mayor parte de este libro es, por lo tanto, una reintroducción y una
ampliación de lo que en mis trabajos previos ya he presentado.
Durante una de nuestras
conversaciones, don Juan expuso que a fin de poder apreciar la posición de los ensoñadores
y el ensueño, uno tiene que comprender el empeño de los brujos de ahora por
cambiar el curso establecido de la brujería y llevarla de lo concreto a lo
abstracto.
-¿A qué llama usted lo concreto, don
Juan? -le pregunté.
-A la parte práctica de la brujería
-me dijo-. A la insistencia obsesiva en prácticas y técnicas; a la
injustificada influencia sobre la gente. Todo lo cual era el quehacer de los
brujos del pasado.
-¿Y a qué llama usted lo abstracto?
-A la búsqueda de la libertad;
libertad para percibir, sin obsesiones, todo aquello que es humanamente
posible.
Yo digo que los brujos de ahora
están en busca de lo abstracto, porque buscan la libertad y no tienen ningún interés
en ganancias concretas; ni tampoco en funciones sociales, como los brujos del
pasado. De modo que nunca los encontrarás actuando como videntes oficiales, o
como brujos con titulo.
-¿Quiere usted decir, don Juan, que
el pasado no tiene valor alguno para los brujos de ahora?
-Por cierto que tiene valor. El
sabor de ese pasado es lo que no nos gusta. Yo personalmente detesto la oscuridad
y la morbidez de la mente. Me gusta la inmensidad del pensamiento. Sin embargo,
a pesar de mis gustos y disgustos, les tengo que dar crédito a los brujos de la
antigüedad; ellos fueron los primeros en descubrir y hacer todo lo que nosotros
sabemos y hacemos ahora.
Don Juan me explicó que el mayor
logro de los brujos de antaño fue percibir la esencia energética de las cosas.
Fue un logro de tal magnitud que lo
convirtieron en la premisa básica de la brujería. Hoy en día, con mucha disciplina
y entrena miento, los brujos adquieren la capacidad de percibir la naturaleza
intrínseca de las cosas; una capacidad a la que llaman ver.
-¿Qué es lo que significaría para mí
el percibir la esencia energética de las cosas? -le pregunté una vez a don
Juan.
-Significaría percibir energía
directamente -me contestó-. Separando la parte social de la percepción,
percibirías la naturaleza intrínseca de todo. Lo que percibimos es energía,
pero como no podemos percibir energía directamente, procesamos nuestra
percepción para ajustarla a un molde. Este molde es la parte social de la percepción,
y lo que se tiene que separar.
-¿Por qué hay que separarlo?
-Porque reduce el alcance de lo que
se puede percibir y por que nos hace creer que el molde al cual ajustamos nuestra
percepción es todo lo que existe. Estoy convencido de que el hombre, para
sobrevivir en esta época, tiene que cambiar la base social de su percepción.
-¿Cuál es la base social de la
percepción, don Juan?
-La certeza física de que el mundo
está compuesto de objetos concretos. Llamo a esto la base social de la percepción,
porque todos nosotros estamos involucrados en un serio y feroz es fuerzo a
percibir el mundo en términos de objetos.
-¿Cómo deberíamos entonces de
percibir el mundo?
-Como energía. El universo entero es
energía. La base social de la percepción debería ser entonces la certeza física
de que todo lo que hay es energía. Deberíamos empeñarnos en un poderoso
esfuerzo social a fin de guiarnos para percibir energía como energía.
Tendríamos de este modo ambas alternativas al alcance de nuestras manos.
-¿Es posible entrenar gente de tal
manera? -pregunté.
Don Juan respondió que sí era
posible. Y que esto era precisamente lo que estaba haciendo conmigo y con sus otros
aprendices. Estaba enseñándonos una nueva forma de percibir; primeramente,
forzándonos a darnos cuenta de que procesamos nuestra percepción hasta hacerla
encajar en un molde y, luego, guiándonos con mano dura a percibir energía
directamente. Me aseguró que su método era muy parecido al que se usa normal
mente para
enseñarnos a percibir el mundo
cotidiano; y también me aseguró que él confiaba plenamente que al procesar nuestra
percepción, para hacerla encajar en un molde social, ésta pierde su poder
cuando nos damos cuenta de que hemos aceptado ese molde como herencia de
nuestros antecesores, sin tomarnos la molestia de examinarlo.
-Percibir un mundo de objetos
sólidos, que tuvieran ya sea un valor positivo o negativo, debe de haber sido absolutamente
indispensable para la sobrevivencia de nuestros antepasados -dijo don Juan-.
Después de milenios de percibir de esta manera, sus herederos, nosotros,
estamos hoy día forzados a creer que el mundo está compuesto de objetos.
-No puedo concebir el mundo de
ninguna otra manera, don Juan -me quejé-. Es, sin lugar a dudas, un mundo de objetos.
Para probarlo, todo lo que tenemos que hacer es estrellarnos contra ellos.
-Por supuesto que es un mundo de
objetos; no estamos discutiendo eso.
-¿Qué es lo que estamos discutiendo
entonces?
-Lo que estoy discutiendo es que,
primero, este es un mundo de energía, y después, un mundo de objetos. Si no empezamos
con la premisa de que es un mundo de energía, nunca seremos capaces de percibir
energía directamente. Siempre nos detendrá la certeza física de lo que tú
acabas de señalar: la solidez de los objetos.
Su argumento me dejó perplejo. En
aquellos días, mi mente simplemente rehusaba considerar que hubiera otra alternativa
de percibir el mundo, excepto aquella con la cual estamos todos nosotros
familiarizados. Las afirmaciones de don Juan y los puntos que se esforzaba en
plantearme eran proposiciones estrafalarias que yo no podía aceptar, pero que
tampoco podía rehusar.
-Nuestra manera de percibir es la
manera en que un predador percibe -me dijo don Juan en una ocasión-. Una manera
muy eficiente de evaluar y clasificar la comida y el peligro. Pero esa no es la
única manera que somos capaces de percibir. Hay otro modo; el que te estoy
enseñando: el acto de percibir la energía misma, directamente.
"Percibir la esencia de todo
nos hace comprender, clasificar y describir al mundo, en términos completamente
nuevos; en términos mucho más incitantes y sofisticados.
Esto era lo que don Juan afirmaba. Y
los términos más sofisticados, a los que se refería, eran aquellos que le enseñaron
sus predecesores. Términos que corresponden exclusivamente a premisas básicas
de la brujería; premisas que no tienen fundamento racional, ni relación alguna
con las verdades de nuestro mundo de todos los días, pero que sí son realidades
evidentes para aquellos brujos que perciben energía directa mente y ven la esencia
de todo.
Para tales brujos, el acto más
significativo de la brujería es el ver la esencia del universo. De acuerdo a
don
Juan, los brujos de la antigüedad,
los primeros en verla, la describieron de la mejor manera posible. Dijeron que
se asemeja a hilos incandescentes que se extienden en el infinito, en todas las
direcciones concebibles; filamentos luminosos que están conscientes de sí
mismos, en formas imposibles de comprender.
De ver la esencia del universo, los
brujos de la antigüedad pasaron a ver la esencia de los seres humanos. La describieron
como una configuración blanquecina y brillante, parecida a un huevo gigantesco.
Y por ello llamaron a esa configuración el huevo luminoso.
-Cuando los brujos ven seres humanos
-dijo don Juan-, ellos ven una gigantesca forma luminosa que flota, y que
al mover se va haciendo un profundo
surco en la energía de la tierra; como si tuviera una profunda raíz que va arrastrándola.
La idea de don Juan era que nuestra
forma energética continúa cambiando a medida que pasa el tiempo. Dijo que todos
los videntes que él conocía, incluso él mismo, veían que los se res humanos son
más como bolas, o aun como lápidas sepulcrales, que huevos; pero que de vez en
cuando, debido a razones desconocidas, los brujos ven una persona cuya energía
tiene la forma de un huevo luminoso. Lo que don Juan sugirió fue que quizá las
personas que hoy en día tienen la forma de un huevo luminoso son más semejantes
a la gente de tiempos antiguos.
En el curso de sus enseñanzas, don
Juan discutió y explicó repetidamente lo que él consideraba el hallazgo decisivo
de los brujos de la antigüedad. Lo describió como la característica crucial de
los seres humanos como globos luminosos: un punto redondo de intensa
luminosidad, del tamaño de una pelota de tenis, alojado permanentemente dentro
del globo luminoso, al ras de su superficie, aproximadamente sesenta centímetros
detrás de la cresta del omóplato derecho.
Ya que yo tenía mucha dificultad en
visualizar esto, don Juan me explicó que la bola luminosa es mucho más grande
que el cuerpo humano; que el punto de intensa brillantez es parte de esta bola
de energía; y que está colocado en un lugar a la altura del omóplato derecho, a
un brazo de distancia de la espalda de una persona. Dijo que después de ver lo
que este punto hace, los brujos antiguos lo llamaron el punto de encaje.
-¿Qué es lo que hace el punto de
encaje? -le pregunté.
-Nos hace percibir -contestó-. Los
brujos de la antigüedad vieron que en los seres humanos ese es el punto donde
la percepción tiene lugar. Viendo que todos los seres vivientes tienen tal
punto de brillantez, los brujos de la antigüedad llegaron a la conclusión de
que la percepción en general ocurre en ese punto.
-¿Qué fue lo que los brujos de la
antigüedad vieron para llegar a la conclusión de que la percepción ocurre en el
punto de encaje? -pregunté.
Respondió que, primero, vieron que
de los millones de filamentos de energía del universo que pasan a través de la
bola luminosa, sólo un pequeño número de éstos pasa directamente por el punto
de encaje, como es de esperarse, ya que es pequeño en comparación con la
totalidad de la bola.
Después vieron que un resplandor
esférico, ligeramente más grande que el punto de encaje, siempre lo rodea, y que
este resplandor intensifica enormemente la luminosidad de los filamentos que
pasan directamente a través del punto de encaje.
Y finalmente, vieron dos cosas; la
primera, que el punto de encaje de los seres humanos se puede desalojar del lugar
donde usualmente se localiza. Y la segunda, que cuando el punto de encaje está
en su posición habitual, a juzgar por el normal comportamiento de los sujetos
observados, la percepción y la conciencia de ser, son usuales. Pero cuando el
punto de encaje y la esfera de resplandor que lo rodea están en una posición
diferente a la habitual, el insólito comportamiento de los sujetos observados
es prueba de que su conciencia de ser es diferente y de que están percibiendo
de una manera que no les es familiar.
La conclusión que los brujos de la
antigüedad sacaron de todo esto fue que cuanto mayor es el desplazamiento del
punto de encaje, más insólito es el consecuente comportamiento, y la
consiguiente percepción del mundo y la conciencia de ser.
-Date cuenta de que cuando hablo de
ver, siempre te digo que lo que veo tiene la apariencia de algo conocido, o es
como esto o lo otro -don Juan me previno-. Todo lo que uno ve es algo tan
único, que no hay manera de hablar de ello, excepto comparándolo con algo que
nos es natural.
Dijo que un ejemplo adecuado era la
forma en que los brujos tratan el punto de encaje y el resplandor que lo rodea.
Los des criben como una brillantez, y sin embargo no puede ser una brillantez
ya que los videntes los ven sin sus ojos. Como de una u otra manera tienen que
traducir su experiencia a términos visuales, dicen que el punto de encaje es
una mancha de luz, y que alrededor de ella hay una especie de halo, un
resplandor. Don Juan señaló que somos de tal modo visuales, y que estamos de
tal modo regidos por nuestra percepción de predadores, que todo lo que vemos
tiene que ser integrado a lo que el ojo de predador normalmente ve.
Después de ver lo que el punto de
encaje y el resplandor que lo rodea parecen hacer, los brujos de la antigüedad ofrecieron
una explicación. Propusieron que en los seres humanos, la esfera
resplandeciente que rodea al punto de encaje se enfoca en los millones de
filamentos energéticos del universo que pasan directamente a través de él; y al
hacerlo, automáticamente y sin premeditación alguna, junta a esos filamentos de
energía, unos con los otros, los aglutina, creando la percepción estable de un
mundo.
-¿Cómo es que esos filamentos, de
los que usted habla, se juntan unos con otros y crean la percepción estable de
un mundo? -pregunté.
-No hay quien pueda saber eso
-contestó enfáticamente-. Los brujos ven el movimiento de la energía, pero
verlo no quiere decir que puedan saber cómo o por qué la energía se mueve.
Don Juan expuso que, viendo cómo ese
resplandor que rodea al punto de encaje es en extremo tenue en personas que
están inconscientes o a punto de morir, y que está totalmente ausente en los
cadáveres, los brujos de la antigüedad se convencieron de que ese resplandor es
la conciencia de ser.
-¿Y qué pasa con el punto de encaje,
don Juan? ¿Está ausente en los cadáveres? -le pregunté.
Contestó que el punto de encaje y el
resplandor que lo rodea son la marca de la vida y la conciencia, y que no hay
rastro alguno de ellos en los seres muertos. La inevitable conclusión a la que
llegaron los brujos de la antigüedad, al observar aquello, fue que la
conciencia, la vida y la percepción van juntas, y que están inextricablemente
ligadas al punto de encaje y al resplandor que lo rodea.
-¿Hay alguna posibilidad de que esos
brujos se hayan equivocado respecto a lo que veían? -pregunté.
-No te puedo explicar cómo, pero no
hay manera de que los brujos se puedan equivocar en lo que ven -dijo don
Juan en un tono que no admitía
argumento-. Ahora bien, las conclusiones a las que llegan como resultado de ver
pueden ser erróneas, quizá debido a que son ingenuos, no instruidos. A fin de
evitar este desastre, los brujos tienen que cultivar su mente, de la manera más
formal que puedan.
En seguida suavizó su tono, y
comentó que realmente sería preferible que los brujos se atuvieran únicamente a
describir lo que ven, pero que la tentación de sacarlo en limpio y explicar lo,
aunque sólo sea a si mismos, es tan intensa que es irresistible.
Los efectos del desplazamiento del
punto de encaje fueron otra configuración energética que los brujos de la antigüedad
pudieron ver y estudiar. Don Juan decía que cuando el punto de encaje se
desplaza a otra posición, un nuevo conglomerado de millones de filamentos
energéticos entran en juego en esa nueva posición. Los brujos de la antigüedad,
al ver es to, concluyeron que ya que el resplandor de la conciencia está
siempre presente en cualquier lugar donde el punto de encaje se encuentre,
automáticamente la percepción se realiza en esa ubicación. Por supuesto que el
mundo resultante no puede ser nuestro mundo de eventos cotidianos, sino que tiene
que ser otro.
Don Juan explicó que los brujos de
la antigüedad distinguieron dos tipos de desplazamiento del punto de encaje.
Uno, era el desplazamiento a
cualquier posición en la superficie o en el interior de la bola luminosa; un desplazamiento
al cual llama ron cambio del punto de encaje. El otro, era el desplazamiento a
posiciones fuera de la bola luminosa; al cual llamaron movimiento del punto de
encaje. Descubrieron que la diferencia entre un cambio y un movimiento estaba
en la clase de percepción que cada uno de ellos permite.
Puesto que los cambios del punto de
encaje son desplazamientos dentro de la bola luminosa, los mundos engendrados
por ellos, por raros, maravillosos o increíbles que fueran, son mundos aún
dentro del reino de lo humano. El reino de lo humano está compuesto,
naturalmente, de todos los billones de filamentos energéticos que pasan a
través de toda la bola luminosa. Por otro lado, los movimientos del punto de
encaje, desde el momento en que son desplazamientos a posiciones fuera de la
bola luminosa, ponen en juego a filamentos energéticos que están fuera del
reino de lo humano. Percibir tales filamentos engendra mundos que sobrepasan toda
comprensión; mundos inconcebibles que no tienen huella alguna de antecedentes
humanos.
En esos días, el problema de la
verificación desempeñaba un rol muy importante para mí.
-Discúlpeme don Juan -le dije en una
ocasión-, pero este asunto del punto de encaje es una idea tan rebuscada, tan
inadmisible que no sé cómo tomarla o qué pensar de ella.
-Hay algo que puedes hacer
-replicó-. ¡Ve el punto de encaje! No es tan difícil verlo. La dificultad está
en romper el paredón que mantiene fija en nuestra mente la idea de que no
podemos hacerlo. Para romperlo necesitamos energía. Una vez que la tenemos, ver
sucede de por si. El truco está en abandonar el fortín dentro del cual nos resguardamos:
la falsa seguridad del sentido común.
-Es obvio, don Juan, que se requiere
de mucho conocimiento para poder ver. No es sólo cuestión de tener energía.
-Créeme que es sólo cuestión de
energía. Tener energía facilita poder convencerse a uno mismo que si se puede hacer,
pero para ello, se necesita confiar en el nagual. Lo maravilloso de la brujería
es que cada brujo tiene que verificar todo por experiencia propia. Te hablo acerca
de los principios de la brujería, no con la esperanza de que los memorices sino
con la esperanza de que los practiques.
Por cierto que don Juan estaba en lo
correcto acerca de la necesidad de tener fe, y de confiar en el nagual. En las
primeras etapas de los trece años de mi aprendizaje con don Juan, me dio mucho trabajo
afiliarme a su mundo y su persona. Tal afiliación requería confiar implícitamente
en él como el nagual y aceptarlo sin duda ni recriminaciones.
El papel que desempeñaba don Juan en
el mundo de los brujos se sintetizaba en el nombre titular que sus congéneres
le otorgaban; lo llamaban el nagual. Me explicaron que se puede otorgar el
nombre titular de nagual a cualquier persona, hombre o mujer, dentro del mundo
de los brujos, que posea una específica configuración energética, semejante a
una doble bola luminosa. Los brujos creen que cuando una de tales personas
entra en el mundo de la brujería, la carga extra de energía se convierte en
capacidad para guiar. De esta manera, el nagual se convierte en la persona más
apropiada para dirigir, para ser el líder.
Al principio, sentir tal fe y
confianza en don Juan era para mí algo no solamente inaudito sino aun molesto.
Cuando discutí esto con él, me
aseguró que confiar de tal forma en su maestro le había resultado igualmente difícil.
-Le dije a mi maestro lo mismo que
tú me estás diciendo ahora -explicó don Juan-. Mi maestro me contestó que sin
esa fe y confianza en el nagual no hay posibilidad de alivio y, por
consiguiente, no hay posibilidad de limpiar los escombros de nuestras vidas a
fin de ser libres.
Don Juan reiteró cuán en lo cierto
estaba su maestro. Y yo reiteré mi profundo desacuerdo. Le conté que yo había
crecido en un ambiente religioso rígido y coercitivo que todavía me perseguía
en mi vida actual. Las declaraciones de su maestro, y su propia aquiescencia a
su maestro, me recordaban el dogma de obediencia que tuve que aprender de niño,
el cual yo aborrecía sobre todo lo demás.
-Cuando habla usted acerca del
nagual, me suena como si estuviera usted expresando una creencia religiosa –le dije.
-Puedes creer lo que se te dé la
gana -contestó don Juan-. El hecho es que sin el nagual no hay partida. Yo sé y
te lo digo. Así lo dijeron todos los naguales anteriores a mí. Pero no lo
dijeron como asunto de importancia personal; ni yo tampoco. Decir que sin el
nagual no se puede encontrar el camino, se refiere por completo al hecho de que
el nagual es un nagual porque puede reflejar lo abstracto, el espíritu, mejor
que los demás. Pero eso es todo. Nuestro vínculo es con el espíritu mismo y
sólo incidentalmente con el hombre que nos trae su mensaje.
Aprendí a confiar implícitamente en
don Juan como el nagual, y esto, tal como me lo había dicho, me trajo un profundo
alivio, y mayor capacidad para aceptar lo que él se esforzaba por enseñarme.
En sus enseñanzas, puso un gran
énfasis en continuar sus explicaciones acerca del punto de encaje. Una vez le
pregunté si el punto de encaje tenía que ver con el cuerpo físico.
-No tiene nada que ver con lo que
normalmente percibimos como el cuerpo -dijo-. Es parte del huevo luminoso, el
cual es nuestro ser energético.
-¿Cómo se desplaza? -pregunté.
-A través de corrientes energéticas,
que son como empellones de energía que se sienten afuera o adentro, no del
cuerpo sino del huevo luminoso. Generalmente, son corrientes impredecibles que
ocurren de por sí. Con los brujos, sin embargo, son corrientes predecibles;
controladas por el intento de ellos.
-¿Puede usted sentir esas
corrientes, don Juan?
-Todo brujo las siente. Y lo que es
más, todo ser humano las siente. Lo malo es que la gente común y corriente está
muy ocupada con sus problemas y no le presta atención alguna a este tipo de
sensaciones.
-¿Qué siente uno al recibir una de
esas corrientes?
-Como una leve molestia; una
sensación vaga de tristeza seguida inmediatamente por una desmedida euforia.
Ya que esa clase de tristeza o de
euforia no tienen fundamento real, nunca los consideramos como verdaderos asaltos
de lo des conocido, sino como inexplicables arranques de mal o de buen humor.
-¿Qué pasa cuando el punto de encaje
se mueve afuera del huevo luminoso? ¿Se queda colgando afuera o está atado a
él?
-Empuja el contorno de la formación
luminosa hacia afuera, sin romper sus límites energéticos.
Don Juan me explicó que el resultado
de un movimiento del punto de encaje es un cambio total en la estructura energética
de los seres humanos. De ser una bola o un huevo luminoso, se convierte en algo
parecido a una pipa de fumar. El pitillo de la pipa es el punto de encaje, y el
cuenco es lo que queda de la bola luminosa. Si el punto de encaje continúa
moviéndose, llega un momento en que la pipa luminosa se convierte en una
delgada línea de energía.
Don Juan prosiguió explicando que
los brujos de la antigüedad fueron los únicos que lograron esta proeza de transformar
la estructura energética del huevo luminoso a línea. Y yo le pregunté que si
con esa nueva estructura esos brujos seguían siendo seres humanos.
-Por supuesto que seguían siendo
seres humanos -dijo-. Pero creo que lo que tú quieres saber es si eran hombres
de razón, personas dignas de confianza, ¿verdad? Pues no lo eran del todo.
-¿De qué manera eran diferentes?
-En sus intereses y expectativas.
Los esfuerzos y preocupaciones humanas no tenían para ellos ningún significado.
Además hasta tenían un diferente porte físico.
-¿Quiere usted decir que no parecían
seres humanos?
-Ya te dije que eran hombres como
todos nosotros. ¿Qué otra cosa podrían ser? Pero no eran del todo como tú
o yo esperaríamos que fueran. Si me
pongo a decirte de qué manera eran diferentes, me metería en camisa de once
varas.
-¿Conoció usted alguna vez a alguno
de esos hombres, don Juan?
-Sí, conocí a uno.
-¿Cómo era?
-En cuanto a apariencias, era como
una persona común y corriente. Lo que era insólito era su comportamiento.
-¿De qué modo era insólito?
-Todo lo que te puedo decir es que
el comportamiento del brujo que conocí es algo que sale de lo imaginable.
Pero convertirlo en un asunto sólo
de comportamiento es engañoso. Ese brujo es alguien a quien realmente uno debe
ver para poder apreciar.
-¿Eran todos esos brujos antiguos
como el que usted conoció?
-No sé cómo eran los otros, excepto
por las historias y cuentos que los brujos han guardado por generaciones.
En esas historias, esos brujos aparecen
como seres bastante extravagantes.
-¿Quiere usted decir monstruosos?
-En cierto modo. Dicen que eran muy
simpáticos, pero que a la vez causaban pavor. En realidad eran criaturas
desconocidas. Lo que hace homogénea a la humanidad es el hecho de que todos
somos como huevos o bolas luminosas. Y esos brujos ya no eran así. Eran líneas
de energía tratando inútilmente de doblarse para formar un círculo.
-¿Qué es lo que finalmente les
sucedió, don Juan? ¿Se murieron?
-Las historias de los brujos dicen
que al alargar su forma energética, también lograron alargar la duración de su con
ciencia; de manera que están vivos y conscientes de ser hasta hoy día. Las
historias también cuentan que reaparecen periódicamente en la Tierra.
-¿Qué piensa acerca de todo esto,
don Juan?
-Para mí, todo esto es demasiado
extravagante. Yo quiero la libertad. Libertad de mantener mi conciencia de ser
y sin embargo desaparecer en la
vastedad. En mi opinión, los brujos de la antigüedad eran hombres tenebrosos, obsesivos,
caprichosos y hasta apostaría que debido a ello se quedaron atrapados en sus
propias maniobras.
"Pero no dejes que mis
opiniones y sentimientos personales te nublen el panorama. El logro de los
brujos de la antigüedad es inigualable. Por lo menos, nos probaron que los
potenciales del hombre no son cualquier cosa.
Otro tópico de las explicaciones de
don Juan fue lo indispensable que son la cohesión y la uniformidad energética
para el acto de percibir. Su punto de vista era que la humanidad entera percibe
el mundo que conocemos, en los términos en que lo hacemos, solamente porque
compartimos cohesión y uniformidad energética. Dijo que adquirimos estas dos
condiciones automáticamente en el transcurso de nuestra crianza; y que las
tomamos a tal punto por dadas que no nos damos cuenta de su importancia vital
sino al momento de enfrentarnos con mundos distintos al mundo habitual. En esos
momentos se hace evidente que, para poder percibir de una manera coherente y
total, necesitamos una nueva, apropiada cohesión y uniformidad energética.
Le pregunté qué eran la cohesión y
la uniformidad. Me explicó que la forma energética del hombre tiene uniformidad
puesto que todos los seres humanos son como una bola o un huevo luminoso. El
hecho de que la energía del hombre se mantiene en un haz, como bola o como
huevo, es prueba de que tiene cohesión. Don Juan dio como ejemplo de una nueva
uniformidad y cohesión el caso de los brujos de la antigüedad. Cuando convirtieron
su forma energética en una línea, todos ellos, uniformemente, mantuvieron su
cohesión lineal. Uniformidad
y cohesión, a ese nivel lineal, les
permitieron percibir un mundo nuevo y homogéneo.
-¿Cómo se adquiere una nueva
uniformidad y cohesión? -le pregunté.
-La clave es la posición del punto
de encaje, o más bien, la fijación del punto de encaje -dijo.
En esa ocasión no quiso explicar más
sobre el asunto. Pero yo insistí en preguntarle si esos brujos habrían podido
retroceder de la forma lineal a su antigua forma de huevo luminoso. Me contestó
que en un momento dado habrían podido hacerlo, pero no lo hicieron. Luego, la
cohesión lineal se fijó en ellos, haciéndoles imposible el regreso. Don Juan
creía que lo que realmente los cristalizó y les previno volver a su forma
inicial fue una cuestión de avaricia. El alcance perceptivo de esos brujos,
como líneas de energía, era infinitamente más grande de lo que un hombre o un
brujo común y corriente pueden alcanzar.
Explicó que el dominio humano, como
masas energéticas, incluye todos aquellos filamentos que pasan a través de la
bola luminosa. Normalmente, no percibimos todo el potencial hu mano sino quizá
solamente una milésima parte de éste. Si tomamos esto en consideración, se
puede apreciar la enormidad de lo que los brujos de la antigüedad hicieron. Se
ex tendieron en una línea de energía mil veces más larga que un huevo luminoso,
y percibieron todos los filamentos que pasaban á través de esa línea.
A resultas de su insistencia, hice
esfuerzos gigantescos por entender el modelo de configuración energética que me
estaba delineando. Finalmente, después de mucho trabajo pude imaginarme filamentos
adentro y afuera de una bola luminosa. Sin embargo, si me imaginaba una
multitud de bolas luminosas, el modelo dejaba de ser aplicable. Razonaba yo que
en una multitud de bolas luminosas, los filamentos que están afuera de una, por
fuerza estarían adentro de otra adyacente. Por lo tan to, en una multitud no
podrían existir filamentos energéticos que estuvieran afuera de ninguna bola
luminosa.
-Entender eso no es ciertamente un
ejercicio para la razón -contestó, después de haber escuchado atentamente mis
argumentos-. No hay manera de explicar lo que los brujos quieren decir cuando
se refieren a filamentos adentro o afuera de la bola o huevo luminoso. Cuando
los videntes ven, ellos ven una sola bola o huevo de energía.
Si hay otra bola al lado, la ven de
nuevo como una sola y aislada bola de energía. La idea de una multitud de bolas
luminosas te viene de las muchedumbres humanas. En el universo de la energía,
existen únicamente individuos solos, rodeados por el infinito.
"¡Pero todo esto, tienes que
verlo tú mismo!
Argüí que era inútil decirme que lo
viera yo mismo, puesto que él sabía muy bien que yo no podía. Me propuso entonces
que tomara prestada su energía y la usara para ver.
-¿Cómo puedo hacer eso? Tomar
prestada su energía.
-Muy simple. Con mi energía puedo
hacer que tu punto de encaje se desplace a otra posición más adecuada para
percibir energía directamente.
Tal como me acuerdo, esta fue la
primera vez que él me habló intencionalmente acerca de algo que hacía conmigo
desde el principio de mi aprendizaje: hacerme entrar en un incomprensible
estado de conciencia que ponía en tela de juicio mi idea del mundo y de mí
mismo; un estado al cual él llamaba la segunda atención. Para lograr que mi
punto de encaje se desplazara a una posición más adecuada para percibir energía
directamente, don Juan solía darme, con la palma de su mano, un golpe en la
espalda, entre los omóplatos, con tal fuerza que me hacía perder el aliento. En
la ocasión de la que estoy ha blando, su golpe pareció causarme un desmayo o quizá
me dormí. De repente vi o soñé que veía algo literalmente más allá de las
palabras. Brillantes filamentos de luz salían disparados por todos lados;
filamentos luminosos indescriptibles. Decir que eran filamentos de luz es un
eufemismo disparatado para determinar algo que, de no ser por don Juan, jamás
hubiese entrado en mis pensamientos.
Cuando recuperé el aliento, o me
desperté, don Juan me preguntó en un tono de gran expectativa:
-¿Qué fue lo que viste?
Y cuando le contesté sinceramente:
-Su golpe me hizo ver estrellas -se
dobló de risa.
Recalcó que yo no estaba todavía
listo para comprender percepciones fuera de lo usual.
-Hice que tu punto de encaje
cambiara -prosiguió-. Y por un instante ensoñaste los filamentos del universo.
Pero aún no tienes la disciplina o la energía para arreglar tu uniformidad y
cohesión. Los brujos antiguos eran los maestros consumados de ese arreglo. Así
fue como vieron todo lo que puede ser visto por el hombre.
-¿Qué significa, don Juan, arreglar
la uniformidad y la cohesión?
-Significa que uno entra en la
segunda atención debido al acto de retener el punto de encaje en una nueva posición,
previniendo de este modo que se deslice de regreso a su sitio original.
Don Juan me dio allí una definición
tradicional de la segunda atención. Dijo que los brujos antiguos llamaban al
resultado de fijar el punto de encaje en nuevas posiciones, la segunda
atención. Y que trataban a la segunda atención como a un área de total actividad,
de la misma manera que la atención del mundo cotidiano es un área que incluye
tota actividad. Recalcó que los brujos tienen realmente dos áreas absolutas
para realizar sus acciones. Una muy pequeña, llamada la primera atención o la
conciencia de nuestro mundo cotidiano, o la fijación del punto de encaje en su
posición habitual. Y otra área mucho más grande, la segunda atención o la
conciencia de otros mundos, o al acto de mantener el punto de encaje fijo en
cada una de las innumerables nuevas posiciones que puede adoptar.
Don Juan me ayudó a experimentar
cosas inexplicables en la segunda atención. Me hacia entrar en ella por medio
de lo que él llamaba su maniobra de brujo: el fuerte golpe en la espalda a la
altura de los omóplatos. Desde mi posición subjetiva, tales desplazamientos de
mi punto de encaje significaban que mi conciencia entraba en un inquietante
estado de inigualable claridad; un estado de superconciencia que duraba cortos
periodos de tiempo, y en el que yo podía entender cualquier cosa con mínimos
preámbulos. No era un estado del todo placentero; en la mayoría de los casos,
era como un sueño tan extraño e intenso que en comparación, la conciencia
normal palidecía.
Don Juan justificaba su maniobra de
brujo diciendo que era tradicional e indispensable que los aprendices
recibieran conceptos y procedimientos básicos, en estados de conciencia normal,
y que se les dieran explicaciones abstractas y detalladas, en la segunda
atención.
Normalmente, los aprendices no
recuerdan esas explicaciones en su vida diaria, pero de alguna forma, las guardan
intactas y fielmente en lo que los brujos llaman el aparato de perceptividad.
Los brujos han utilizado esta aparente peculiaridad de la percepción, y han
convertido el acto de recordar todo lo que se les enseñó en la segunda
atención, en una de las tareas tradicionalmente más difíciles y complejas de la
brujería.
Los brujos explican que cada vez que
uno entra en la segunda atención, el punto de encaje se encuentra en una
posición diferente. Recordar, para ellos, significa situar de nuevo el punto de
encaje en la posición exacta en la que se encontraba en los momentos en que
ocurrieron las entradas a la segunda atención.
Don Juan me aseguró que los brujos
no solamente recuerdan sino que reviven todas sus experiencias en la segunda
atención, por medio del acto de volver a situar su punto de encaje en cada una
de las posiciones donde estuvo.
Don Juan me dio explicaciones muy
detalladas de la brujería mientras yo me hallaba en la segunda atención, sabiendo
que la fidelidad y precisión de tal instrucción permanecería fiel mente intacta
conmigo por el resto de mi vida.
Acerca de esta calidad de fidelidad,
dijo:
-Aprender algo en la segunda
atención es como lo que aprendemos de niños; permanece con nosotros toda la vida.
Decimos "es muy natural" cuando hablamos de algo aprendido muy
temprano en la infancia.
Juzgando todo esto desde mi punto de
vista actual, me doy cuenta de que don Juan me hizo entrar en la segunda
atención tantas veces como pudo. Quería, según él, forzarme a sostener, por
largos periodos de tiempo, nuevas posiciones de mi punto de encaje y percibir
coherentemente en ellas; en otras palabras, su propósito era forzarme a
arreglar mi uniformidad y mi cohesión.
Innumerables veces, llegué a
percibir, en la segunda atención, de una manera tan precisa como percibo el mundo
de to dos los días. Mi falla era mi incapacidad de crear un puente entre mis
acciones en la segunda atención y mi conciencia del mundo cotidiano. Comprender
qué es la segunda atención me tomó un largo tiempo
y un gran esfuerzo. No tanto por lo
intrincado y lo complejo de ellas sino porque una vez que regresaba a mi conciencia
normal me era imposible recordar que había entrado en la segunda atención, o
que ese estado siquiera existía.
Otro descubrimiento monumental que
los brujos antiguos hicieron, que don Juan me explicó cuidadosamente, fue el
darse cuenta de que el punto de encaje se desplaza muy fácilmente durante el
sueño. Esta realización dio lugar a otra: que los sueños están totalmente
asociados con ese desplazamiento. Los brujos antiguos vieron que cuanto mayor
era el desplazamiento, más inusitado era el sueño, o viceversa: cuanto más
inusitado era el sueño, mayor era el desplazamiento. Don Juan dijo que esta
observación los llevó a idear técnicas extravagantes para forzar el
desplazamiento del punto de encaje, tales como la ingestión de plantas alucinogénicas;
o el someterse a estados de hambre, fatiga, tensión; o el control de los
sueños. De esta manera, y quizá sin siquiera saberlo, crearon el arte del en
sueño.
Un día, cuando nos paseábamos en la
plaza de la ciudad de Oaxaca, don Juan me dio la más coherente definición del
arte del ensueño, desde el punto de vista de un brujo.
-Los brujos consideran el ensoñar
como un arte extremada mente sofisticado -dijo-. Lo llaman también el arte de desplazar
el punto de encaje de su posición habitual, a voluntad, a fin de expandir y
acrecentar la gama de lo que se puede percibir.
Dijo que los brujos antiguos
construyeron el arte del ensueño basándolo en cinco condiciones que vieron en
el flujo energético de los seres humanos.
Uno, vieron que sólo los filamentos
energéticos que pasan directamente a través del punto de encaje pueden ser
transformados en percepción coherente.
Dos, vieron que si el punto de
encaje se desplaza a cualquier otra posición, sin importar cuán grande o
diminuto sea el desplazamiento, otros filamentos energéticos que no son
habituales comienzan a pasar a través de éste.
Ello hace entrar en juego al fulgor
de la conciencia, lo cual fuerza a estos filamentos energéticos a transformarse
en percepción coherente y estable.
Tres, vieron que en el transcurso de
sueños normales, el punto de encaje se desplaza fácilmente y por si solo a otras
posiciones en la superficie o en el interior del huevo luminoso.
Cuatro, vieron que por medio de la
disciplina es posible cultivar y ejecutar, en el transcurso de los sueños normales,
un sistemático desplazamiento del punto de encaje.
Y cinco, vieron que se puede hacer
que el punto de encaje se desplace a posiciones fuera del huevo luminoso y
entre al reino de los filamentos energéticos del universo fuera de lo humano.
Literatura: Carlos César Salvador Aranha Castañeda - El arte de ensoñar - Los brujos de la antiguedad
Literatura: Carlos César Salvador Aranha Castañeda - El arte de ensoñar - Los brujos de la antiguedad