Acerca de sus cuentos
Obligado o traicionado por mí mismo a decir cómo hago mis cuentos, recurriré a explicaciones exteriores a ellos.
No son completamente naturales, en el sentido de no intervenir la conciencia. Eso me sería antipático. No son dominados por una teoría de la conciencia. Eso me sería extremadamente antipático. Preferiría decir que esa intervención es misteriosa. Mis cuentos no tienen estructuras lógicas. A pesar de la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, ésta también me es desconocida. En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo raro, pero que podría tener porvenir artístico. Sería feliz si esta idea no fracasara del todo. Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado: no sé cómo hacer germinar la planta, ni cómo favorecer, ni cuidar su crecimiento; sólo presiento o deseo que tenga hojas de poesía; o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma esté destinada a ser, y ayudarla a que lo sea. Al mismo tiempo ella crecerá de acuerdo a un contemplador al que no hará mucho caso si él quiere sugerirle demasiadas intenciones o grandezas. Si es una planta dueña de sí misma tendrá una poesía natural, desconocida por ella misma. Ella debe ser como una persona que vivirá no sabe cuánto, con necesidades propias, con un orgullo discreto, un poco torpe y que parezca improvisado. Ella misma no conocerá sus leyes, aunque profundamente las tenga y la conciencia no las alcance. No sabrá el grado y la manera en que la conciencia intervendrá, pero en última instancia impondrá su voluntad. Y enseñará a la conciencia a ser desinteresada.
Lo más seguro de todo es que yo no sé cómo hago mis cuentos, porque cada uno de ellos tiene su vida extraña y propia. Pero también sé que viven peleando con la conciencia para evitar los extranjeros que ella les recomienda.
Felisberto Hernández
Obligado o traicionado por mí mismo a decir cómo hago mis cuentos, recurriré a explicaciones exteriores a ellos.
No son completamente naturales, en el sentido de no intervenir la conciencia. Eso me sería antipático. No son dominados por una teoría de la conciencia. Eso me sería extremadamente antipático. Preferiría decir que esa intervención es misteriosa. Mis cuentos no tienen estructuras lógicas. A pesar de la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, ésta también me es desconocida. En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo raro, pero que podría tener porvenir artístico. Sería feliz si esta idea no fracasara del todo. Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado: no sé cómo hacer germinar la planta, ni cómo favorecer, ni cuidar su crecimiento; sólo presiento o deseo que tenga hojas de poesía; o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma esté destinada a ser, y ayudarla a que lo sea. Al mismo tiempo ella crecerá de acuerdo a un contemplador al que no hará mucho caso si él quiere sugerirle demasiadas intenciones o grandezas. Si es una planta dueña de sí misma tendrá una poesía natural, desconocida por ella misma. Ella debe ser como una persona que vivirá no sabe cuánto, con necesidades propias, con un orgullo discreto, un poco torpe y que parezca improvisado. Ella misma no conocerá sus leyes, aunque profundamente las tenga y la conciencia no las alcance. No sabrá el grado y la manera en que la conciencia intervendrá, pero en última instancia impondrá su voluntad. Y enseñará a la conciencia a ser desinteresada.
Lo más seguro de todo es que yo no sé cómo hago mis cuentos, porque cada uno de ellos tiene su vida extraña y propia. Pero también sé que viven peleando con la conciencia para evitar los extranjeros que ella les recomienda.
Felisberto Hernández
Links acerca del Arte de la Escritura
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Varios
Felisberto Hernández (Montevideo, 20 de octubre de 1902 - ibídem, 13 de enero de 1964) fue un compositor, pianista y escritor uruguayo que se caracteriza por sus obras de literatura fantástica pero basadas en la experiencia más personal.
Biografía
Felisberto nació a principios del siglo XX en la ciudad uruguaya de Montevideo. Era hijo de Prudencio Hernández, natural de Tenerife, en las Islas Canarias y de Juana Silva, de la ciudad de Rocha. Era el mayor de cuatro hermanos.
A los 9 años comienza sus estudios de piano que profundizará más tarde con el profesor de piano Clemente Colling, que le enseña composición y armonía. A los 16 años, da clases particulares de piano, y comienza a dedicar horas a su práctica musical y a trabajar ilustrando musicalmente películas, pues sus dificultades económicas harán que acepte el empleo de pianista en varias salas de cine mudo. A los 20 años comienza a dar recitales e incluso interpreta algunas obras de su creación. Tres años más tarde, toma clases de piano con Guillermo Kolischer y consigue ser un buen instrumentista.
En 1925 contrae matrimonio con María Isabel Guerra, con quien tuviera su primera hija, Mabel. Se divorcia en 1935. Dos años después se casa con la pintora Amalia Nieto, con quien tuvo a su hija Ana María al año siguiente.1
Hasta 1942 será un pianista itinerante entre Uruguay y Argentina: la orquesta del café La Giralda, en Montevideo, pianista y director de una orquesta en el café-concierto de Mercedes, Teatro Albéniz de Montevideo, Teatro del Pueblo de Buenos Aires.
En 1943 se separa de Amalia y viaja a París, en su momento de mayor esplendor, allí conoció a África de las Heras,2 española, veterana de la Guerra Civil y agente de la KGB a quien se le encomendó seducirlo, por ser Felisberto individualista a ultranza. En 1949 se casaron e instalaron en Montevideo donde ella trabajó como espía y finalmente se divorciaron un par de años después, sin que él supiera el papel que había desempeñado (véase A. Dujovne Ortiz, La muñeca Rusa, Alfaguara, 2009). Sobre las relaciones complicadas de Felisberto con las mujeres (se casó seis veces), existen dos testimonios de interés: el libro Felisberto Hernández y yo 3 de Paulina Medeiros, con quien mantuvo una relación sentimental entre 1943 y 1947 tras la cual continuaron escribiéndose, y ¿Otro Felisberto? 4 de la pedagoga Reina Reyes (Montevideo, 1904-1993) con quien estuvo vinculado de 1954 a 1958.5
El escritor
A los 23 años, Felisberto empezó a publicar aunque nunca fue muy conocido. Tras la última etapa musical itinerante, abandonó la carrera de pianista dedicándose exclusivamente a la literatura.
Felisberto citaba dos nombres recurrentes en sus lecturas: Henri Bergson y Marcel Proust (también a Kafka). Y es que los cuentos y novelas cortas de Felisberto recrean el mundo de su infancia y juventud, evocan personas que conoció, barrios de Montevideo. Su narrativa se basa en el recuerdo como motor de la escritura, continuando la búsqueda proustiana. Una magdalena, una calle, un tren, un piano, pueden encerrar recuerdos y hacernos revivir sensaciones. La construcción de gran parte de sus cuentos se apoya en la reivindicación de lo lateral, como en La cara de Ana. Y una temática recurrente e interesante es el lugar primordial que le da a los objetos inertes (entre otros, así sucede en 'El vestido blanco, Las hortensias, El caballo perdido).
Aunque su trabajo de escritor eclipsó su carrera de pianista, su obra entera está impregnada de música, tanto en los temas evocados (un profesor de piano, un recital, un bandoneón), como en la forma de contar, al sugerir emociones con palabras de cierta sonoridad, al transformar el sentido de las palabras en función de los sonidos, al construir partes de su relato como variaciones de un mismo tema musical. Para Juan Carlos Onetti, que lo admiraba, su libro más importante era su autobiográfico Por los tiempos de Clemente Colling (1942), más que otros posteriores y famosos, en los que aparecía como más "ingenuo".6
Especialista en el ámbito de la narrativa breve, sus obras han sido traducidas, tardíamente, a varios idiomas: alemán, francés, inglés, italiano, griego y portugués. Sin embargo, en un viaje a París intentó publicar, sin éxito, pese al apoyo generoso del escritor Jules Supervielle, de origen montivedeano. En España se difundió en 1974-1975 gracias al esfuerzo de Cristina Peri Rossi.
Para Julio Cortázar, es rechazable la mera etiqueta de 'fantástica' para su obra: "nadie como él para disolverla en un increíble enriquecimiento de la realidad total que no sólo contiene lo verificable sino que lo apuntala en el lomo del misterio".7 Ha sido considerado luego un maestro tanto por éste como por Gabriel García Márquez.8 A pesar de haber influenciado a muchos autores americanos, la extraña ficción de sus cuentos hace brotar un universo totalmente personal y que no puede ser comparado totalmente con los cuentos más urbanos, más intelectualizados de Cortázar. Italo Calvino, que prologó una versión italiana de Felisberto, lo definió como "un escritor que no se parece a nadie: a ninguno de los europeos y a ninguno de los latinoamericanos, es un francotirador que desafía toda clasificación y todo marco, pero se presenta como inconfundible al abrir sus páginas".9
Obra
Fulano de Tal (1925)
Libro sin tapas (1929)
La cara de Ana (1930)
La envenenada (1931)
Por los tiempos de Clemente Colling (1942)
El Caballo perdido (1943)
Nadie encendía las lámparas (1950)
Las hortensias (aparecida por primera vez en la revista uruguaya Escritura en 1949).
Explicación falsa de mis cuentos ("manifiesto estético", aparecido en la revista La Licorne en 1955).
La casa inundada (1960)
El cocodrilo (1962)
Tierras de la memoria (inconclusa, 1964)
Obra completa
Obra completa, México, Siglo XXI, 2008 (or. 1983), ISBN 978-968-23-1255-7, que recoge en el primer tomo cuentos inéditos de la primera etapa y, en el último, Diario de un sinvergüenza y Últimas invenciones
http://es.wikipedia.org/wiki/Felisberto_Hern%C3%A1ndez
Biografía
Felisberto nació a principios del siglo XX en la ciudad uruguaya de Montevideo. Era hijo de Prudencio Hernández, natural de Tenerife, en las Islas Canarias y de Juana Silva, de la ciudad de Rocha. Era el mayor de cuatro hermanos.
A los 9 años comienza sus estudios de piano que profundizará más tarde con el profesor de piano Clemente Colling, que le enseña composición y armonía. A los 16 años, da clases particulares de piano, y comienza a dedicar horas a su práctica musical y a trabajar ilustrando musicalmente películas, pues sus dificultades económicas harán que acepte el empleo de pianista en varias salas de cine mudo. A los 20 años comienza a dar recitales e incluso interpreta algunas obras de su creación. Tres años más tarde, toma clases de piano con Guillermo Kolischer y consigue ser un buen instrumentista.
En 1925 contrae matrimonio con María Isabel Guerra, con quien tuviera su primera hija, Mabel. Se divorcia en 1935. Dos años después se casa con la pintora Amalia Nieto, con quien tuvo a su hija Ana María al año siguiente.1
Hasta 1942 será un pianista itinerante entre Uruguay y Argentina: la orquesta del café La Giralda, en Montevideo, pianista y director de una orquesta en el café-concierto de Mercedes, Teatro Albéniz de Montevideo, Teatro del Pueblo de Buenos Aires.
En 1943 se separa de Amalia y viaja a París, en su momento de mayor esplendor, allí conoció a África de las Heras,2 española, veterana de la Guerra Civil y agente de la KGB a quien se le encomendó seducirlo, por ser Felisberto individualista a ultranza. En 1949 se casaron e instalaron en Montevideo donde ella trabajó como espía y finalmente se divorciaron un par de años después, sin que él supiera el papel que había desempeñado (véase A. Dujovne Ortiz, La muñeca Rusa, Alfaguara, 2009). Sobre las relaciones complicadas de Felisberto con las mujeres (se casó seis veces), existen dos testimonios de interés: el libro Felisberto Hernández y yo 3 de Paulina Medeiros, con quien mantuvo una relación sentimental entre 1943 y 1947 tras la cual continuaron escribiéndose, y ¿Otro Felisberto? 4 de la pedagoga Reina Reyes (Montevideo, 1904-1993) con quien estuvo vinculado de 1954 a 1958.5
El escritor
A los 23 años, Felisberto empezó a publicar aunque nunca fue muy conocido. Tras la última etapa musical itinerante, abandonó la carrera de pianista dedicándose exclusivamente a la literatura.
Felisberto citaba dos nombres recurrentes en sus lecturas: Henri Bergson y Marcel Proust (también a Kafka). Y es que los cuentos y novelas cortas de Felisberto recrean el mundo de su infancia y juventud, evocan personas que conoció, barrios de Montevideo. Su narrativa se basa en el recuerdo como motor de la escritura, continuando la búsqueda proustiana. Una magdalena, una calle, un tren, un piano, pueden encerrar recuerdos y hacernos revivir sensaciones. La construcción de gran parte de sus cuentos se apoya en la reivindicación de lo lateral, como en La cara de Ana. Y una temática recurrente e interesante es el lugar primordial que le da a los objetos inertes (entre otros, así sucede en 'El vestido blanco, Las hortensias, El caballo perdido).
Aunque su trabajo de escritor eclipsó su carrera de pianista, su obra entera está impregnada de música, tanto en los temas evocados (un profesor de piano, un recital, un bandoneón), como en la forma de contar, al sugerir emociones con palabras de cierta sonoridad, al transformar el sentido de las palabras en función de los sonidos, al construir partes de su relato como variaciones de un mismo tema musical. Para Juan Carlos Onetti, que lo admiraba, su libro más importante era su autobiográfico Por los tiempos de Clemente Colling (1942), más que otros posteriores y famosos, en los que aparecía como más "ingenuo".6
Especialista en el ámbito de la narrativa breve, sus obras han sido traducidas, tardíamente, a varios idiomas: alemán, francés, inglés, italiano, griego y portugués. Sin embargo, en un viaje a París intentó publicar, sin éxito, pese al apoyo generoso del escritor Jules Supervielle, de origen montivedeano. En España se difundió en 1974-1975 gracias al esfuerzo de Cristina Peri Rossi.
Para Julio Cortázar, es rechazable la mera etiqueta de 'fantástica' para su obra: "nadie como él para disolverla en un increíble enriquecimiento de la realidad total que no sólo contiene lo verificable sino que lo apuntala en el lomo del misterio".7 Ha sido considerado luego un maestro tanto por éste como por Gabriel García Márquez.8 A pesar de haber influenciado a muchos autores americanos, la extraña ficción de sus cuentos hace brotar un universo totalmente personal y que no puede ser comparado totalmente con los cuentos más urbanos, más intelectualizados de Cortázar. Italo Calvino, que prologó una versión italiana de Felisberto, lo definió como "un escritor que no se parece a nadie: a ninguno de los europeos y a ninguno de los latinoamericanos, es un francotirador que desafía toda clasificación y todo marco, pero se presenta como inconfundible al abrir sus páginas".9
Obra
Fulano de Tal (1925)
Libro sin tapas (1929)
La cara de Ana (1930)
La envenenada (1931)
Por los tiempos de Clemente Colling (1942)
El Caballo perdido (1943)
Nadie encendía las lámparas (1950)
Las hortensias (aparecida por primera vez en la revista uruguaya Escritura en 1949).
Explicación falsa de mis cuentos ("manifiesto estético", aparecido en la revista La Licorne en 1955).
La casa inundada (1960)
El cocodrilo (1962)
Tierras de la memoria (inconclusa, 1964)
Obra completa
Obra completa, México, Siglo XXI, 2008 (or. 1983), ISBN 978-968-23-1255-7, que recoge en el primer tomo cuentos inéditos de la primera etapa y, en el último, Diario de un sinvergüenza y Últimas invenciones
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