martes, 28 de julio de 2009

Ricardo Marcenaro bitácora: El poeta Charles Baudelaire en mi vida



De niño me sentí muy diferente a los demás. En rigor todos somos diferentes.

El libro “Las flores del mal” cayó a mis manos en la casa de un amigo, creo que tenía trece años, ya escribía.

Pretendía llegar a ser poeta, como todos los adolescentes que tienen una tendencia artística.

Sentía que era maltratado por muchos, era travieso, rebelde, amaba la libertad, pensaba independientemente, no era condescendiente con las opiniones del general de la gente, no funcionaba como un modelo ideal de futuro burgués.

Al leer este poema maravilloso de Baudelaire, me expliqué el porqué del maltrato: ser demasiado diferente no es muy bien visto por la sociedad: a no ser que uno haya alcanzado fama, riqueza o prestigio.

Entonces sí, ahí viene el orgullo de los que nos rodearon. ¡Inútil! no cura lo padecido, por siempre se llevará esa herida que por más que se quiera superar estará ahí, como una tortura.

Más de cuarenta años intentándolo, con más fervor y con ninguno, pero sabiendo bien: qué es la buena poesía y sobre todo el poeta que la escribe.

¡Extraordinario! Un amado amigo, Federico Manuel Peralta Ramos, al único que se lo permití, me presentaba como poeta sin haber leído nunca un poema mío, nunca me desviví por publicar, harto de leer impostores o escritores de estante.

Un día me alivié, supe que ser poeta es serlo y nada más, como me valoraba Federico con quien mantuvimos largas conversaciones diarias durante los cinco últimos años de su vida en los que por fin nos conocimos profundamente.

Nunca más la frustración golpeó mi puerta.


Así gocé toda mi vida de este estado de la visión, primero, luego del habla, donde siempre se me filtran sin quererlo, figuras, metáforas, fogonazos en la mente del conocimiento que hacen síntesis extraordinaria.

En arte, para mí, que sí me llamo sin complejo alguno escultor: sin esta ciencia básica del poder evocativo que es la poesía, dificulto que el arte exista, y esto corre para todas las artes.

Fundacional, misteriosa, casi como vómito del alma que en rara comunicación con algo que ignoramos: aparece de la nada, como rayo, para comandarnos: condensando todo lo que sabemos que sabemos, y lo que ignoramos, también.


Disfruten de este poema maravilloso.



CHARLES BAUDELAIRE

SPLEEN E IDEAL

I
Bendición

Cuando, por un decreto de las potencias supremas,
El Poeta aparece en este mundo hastiado,
Su madre espantada y llena de blasfemias
Crispa sus puños hacia Dios, que de ella se apiada:

-"¡Ah! ¡no haber parido todo un nudo de víboras,
Antes que amamantar esta irrisión!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
En que mi vientre concibió mi expiación!

Puesto que tú me has escogido entre todas las mujeres
Para ser el asco de mi triste marido,
Y como yo no puedo arrojar a las llamas,
Como una esquela de amor, este monstruo esmirriado,

¡Yo haré rebotar tu odio que me agobia
Sobre el instrumento maldito de tus perversidades,
Y he de retorcer tan bien este árbol miserable,
Que no podrán retoñar sus brotes apestados!"

Ella vuelve a tragar la espuma de su odio,
Y, no comprendiendo los designios eternos,
Ella misma prepara en el fondo de la Gehena
Las
hogueras consagradas a los crímenes maternos.

Sin embargo, bajo la tutela invisible de un Ángel,
El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,
Encuentra la ambrosía y el néctar bermejo.

El juega con el viento, conversa con la nube,
Y se embriaga cantando el camino de la cruz;
Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
Llora al verle alegre cual pájaro de los bosques.

Todos aquellos que él quiere lo observan con temor,

O bien, enardeciéndose con su tranquilidad,
Buscan al que sabrá arrancarle una queja,
Y hacen sobre El el ensayo de su ferocidad.

En el pan y el vino destinados a su boca
Mezclan la ceniza con los impuros escupitajos;
Con hipocresía arrojan lo que él toca,
Y se acusan de haber puesto sus pies sobre sus pasos.

Su mujer va clamando en las plazas públicas:
"Puesto que él me encuentra bastante bella para adorarme,
Yo desempeñaré el cometido de los ídolos antiguos,
Y como ellos yo quiero hacerme redorar;

¡Y me embriagaré de nardo, de incienso, de mirra,
De genuflexiones, de viandas y de vinos,
Para saber si yo puedo de un corazón que me admira
Usurpar riendo los homenajes divinos!

Y, cuando me hastíe de estas farsas impías,
Posaré sobre él mi frágil y fuerte mano;
Y mis uñas, parecidas a garras de arpías,
Sabrán hasta su corazón abrirse un camino.

Como un pájaro muy joven que tiembla y que palpita,
Yo arrancaré ese corazón enrojecido de su seno,
Y, para saciar mi bestia favorita,
Yo se lo arrojaré al suelo con desdén!"

Hacia el Cielo, donde su mirada alcanza un trono espléndido,
El Poeta sereno eleva sus brazos piadosos,
Y los amplios destellos de su espíritu lúcido
Le ocultan el aspecto de los pueblos furiosos:

-"Bendito seas, mi Dios, que dais el sufrimiento
Como divino remedio a nuestras impurezas
Y cual la mejor y la más pura esencia

Que prepara los fuertes para las santas voluptuosidades!

Yo sé que reservarás un lugar para el Poeta
En las filas bienaventuradas de las Santas Legiones,
Y que lo invitarás para la eterna fiesta
De los Tronos, de las Virtudes, de las Dominaciones.

Yo sé que el dolor es la nobleza única
Donde no morderán jamás la tierra y los infiernos,
Y que es menester para trenzar mi corona mística
Imponer todos los tiempos y todos los universos.

Pero las joyas perdidas de la antigua Palmira,
Los metales desconocidos, las perlas del mar,
Por vuestra mano engastados, no serían suficientes
Para esa hermosa Diadema resplandeciente y diáfana;

Porque no será hecho más que de pura luz,
Tomada en el hogar santo de los rayos primitivos,
Y del que los ojos mortales, en su esplendor entero,
No son sino espejos oscurecidos y dolientes!"