Y ahora yo debo levantar mi cadáver entre las nubes de esos humos que pisabas con las que saltabas hecha esa muchedumbre que rompía mis grabados sobre el polvo.
Bella es la vida bella decía no sé quien que la creía bella y alejado de las pisadas y el polvo respiraba.
Y mi cadáver te saluda con un beso y tú boca soborna lápida en los labios ese hueco al que llamas tu hombre, que duerme seco, solo, amable y en paz.
Bella es la vida bella decía no sé quien que la creía bella y alejado de las pisadas y el polvo respiraba una belleza extraña que hasta el día de hoy no tenía clasificación.
Nada esperes, nada quieras, nada, nada, nada, el horizonte te repite nada, nada repta colándose en la fisura del granito donde el helecho florecerá para con los siglos reventarlo.
Entonces el viento terminará de vomitar esta náusea de no haber sentido donde se estuvo.