Que hay que contener, que hay que contener me decía
Que uno contiene y contiene y se llena hasta reventar como una bolsa de agua, lo peor: podrida agua de la repetición en charco. Joder con la dientes.
Entonces uno se levanta todo masticado y de vuelta, que se le sale el rollo, una verdadera boletera sin stop, dale que dale escupiendo números y papeles con viajes excesivos, o sea, imposibles, a ningún lado.
Que hay que contener, que hay que contener me repetía, la abrazaba, le pasaba la lengua por el cachete y por la oreja, me agradecía soplándome la pluma, me decía que era su maíz, su cacique, su granja escolar, el cenicero de su pubis.
Contener contener me decía la profesora y yo había trenzado un trapo de piso para visitarle el cogote, ese día estaba especialmente pesada.
¡Que lo parió la madre! Le sacó la teta al primer día y la enchufó a una botella de suero con glucosa, a los dos meses le daba ordenes y a los tres la tenía en brazos otro. De ahí en adelante le abrevió el nombre y con cuatro letras la plantó toda la vida de venís para acás y cada vez que creas que lo logres te la desparramo.
Entiendo, entiendo siempre soy el que entiende, por eso: hay que contener, hay que contener. Hombre, hombre, déjalas inflar, inconmensurables!
Hay que contener, hay que contener.
Quisiera tener una vulva meteórica y dictar clases de trazado de mapas en
Om Om Om,
Hay que contener, hay que contener.
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