No pudo vivir dentro de él
La casa de la paciencia
Herida de sal la dejó en círculo,
Marchó luego, a su viaje,
Canta la risa nueva,
Tantos rostros tiene al arrancarse
Tirado, entregado, servido,
Que maravilló la luna en una ventana
Con una estampilla,
Le apretó el cuello, se sacudieron.
ricardo marcenaro
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