Caballos de polo - Gimena Ferrari pintura
Correr, agitarse, jugadores y caballos, ¡sagrados caballos, generosos caballos!
Nobles animales que sudan y se espuman como un mar agitado.
Solo el que ama el sudor de los caballos, ¡bendito aroma!, sabe de lo que hablo, pues en abstracción mental solamente se le escapará siempre el origen, la esencia de lo que anima este juego entre nosotros, está conectado con el pasto, el suelo de campo, las reuniones en los establos, el amor a la tierra a través del ejercicio de las destrezas, los aromas y las energías.
Por eso amaba pasear los caballos entre chucker y chucker en los gloriosos partidos de Coronel Suárez y Santana que fueron los mejores partidos que vi en mi vida.
Todos los jugadores eran brillantes y estaban súper conectados.
En lo más profundo de mí ser estaba el participar de una manera activa en el juego. Hoy me doy cuenta claramente de eso.
Juan Carlos Harriot, “Juancarlitos”, es el jinete más gaucho que vi en el polo, la forma de acomodarse y largar el caballo…, le faltaban las alpargatas y era para un cuadro de Molina Campos que representó excelentemente el estilo del que hablo.
Juan Carlos era genial y modesto, hacía unas cosas con el taco y la cabeza que lo ponían entre los que son fuera de lo común, pero todos eran buenísimos.
Daría lo que fuera por que esos partidos hubiesen sido filmados.
En esa época el polo cargaba la pena de ser de elite social, un poco como ahora, cuando estando con los peones y jugadores como lo estuve de adolescente colándome y colaborando, ¡já!, puedo aseverar todo lo contrario.
Hay compañerismo entre los encargados de los caballos y los jugadores, me acuerdo de los peones gritado a voz en cuello y yo con ellos cuando una jugada lo mandaba, es el amor al equipo, a lo que se trabaja en el año y los años para llegar a eso, es eso mismo lo que los une, suelda, blinda.
Los entornos y los marcos son otra cosa, la esencia está desde donde viene, el campo.
¡Qué bello que era eso!, cuanta foco, ansiedad, alegría y excitación llena de sol de tarde de juego a fondo y con todo, había.
Los jugadores son los que más la gozan: respirar extasiadamente ejercitando su ser más salvaje, conectarse con el animal propio y el que se monta, desarrollar una vista puntual y otra panorámica, es un gran juego de la mente el polo, requiere manejar muchos datos a la vez en milésimas de segundo, es una fuerza salvajemente veloz la que debe animar al jugador en el juego.
Amo el polo, es un juego magnífico, sano, lleno de belleza.
Un buen caballo lanzado es un poema que se mueve y si el jinete es acorde, el poema es general y si la jugada brillante, el poema es total, entonces una elevación sucede y cuando la energía de los jugadores culmina con la del público, un dios fresco recorre los cuerpos de todos sacudiéndolos, así se pierde la conciencia del espacio por segundos al mismo tiempo en que uno se libera de la conciencia del cuerpo, del yo.
Por eso los deportes tienen algo de sagrado y de Eros, de ceremonia de unión e igualdad.
Simplemente hermoso,si el caballo está disùesto a morir a nuestro servicio, pero es verdad que en muchas de nuestras activdades a caballo, es él quien lo disfruta más, cuando soltamos la palanca y tomamos el filete y se alarga en galope con fuerza sin fin, cuando el corazón de ambos late como uno solo en busca del éxito, sin saber de agotamientos o sufrimiento, sólo de la satsfacción del deber cumplido!, seguramente así lo sintio e interpreto; Bucefalo, Marengo y tantos otros más, pero el más señero que salto a la inmortalidad el caballo "Huaso".
ResponderEliminarValiendome de sus palabras un reconcimiento para tanto y tantos caballos, que día a días tratan de ser el mejor...
Excelente su aporte Manuel, me ha encantado leerlo, más viniendo que sabe de alguien que sabe mucho más que yo del tema. Usted tiene la alegría de estar en la cocina del asunto, Bravo! Mis respetos amigo de Chile, muy ilustrativo.
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