miércoles, 13 de mayo de 2009

Poesía: Ricardo Marcenaro - En Algún Lugar De La Ciudad




En algún lugar de la ciudad se guardan todos los buses,
Todos los automóviles, los camiones, las bicicletas y las motos,
Los carros de bebé, los de los cartoneros, los de los heladeros,
En algún lugar los remolques y los triciclos, los bastones,
Los calzados, las alas de abandonar, los labios del registro,
Duermen en un bolsillo de termitas donde te mareas y quedas ciego,
En algún lugar de la ciudad se guardan todas las luces mentirosas.

Poesía: Ricardo Marcenaro. La Meditación Del Pájaro





Entraron muchas personas a mi casa,

No venían a buscarme,

Tenían una simple curiosidad de mí.

Como si pretendiesen medir una temperatura.


Una atención, un acortinarse de rabillo,

Los develas rápido.

No vino a Mí.


Sobre la banca del jardín un pájaro curiosea,

Su párpado amarillo lubrica la mira,

El pájaro es pájaro y el humano bestia.



Ricardo Marcenaro

Las Distancias Socavan Frecuentarse




Vas lejos, porque no te sientes, y dices:

He aquí mi territorio,

Me muevo,

Y estás clavada como una estaca

Y tu boca es una horqueta.


Las lejanías socavan el frecuentarse,

Son torrente que corre sobre el río,

Deshaciéndolo todo,


Un día desentrañado sobre la aparente paz, río arriba:

Los lloros del cielo no eran escuchados.


Oh! amor que te alejas porque estás alejada y juegas a distraerte,

La palabra fácil del que no tiene compromiso,

La prefieres.


Te sonríes de pasatiempo.


Tus horas se queman.


Quien tiende abismos muere en el barranco.

No se juega con el filo sin cortarse.

El hilo que agregas hace tu cuerda.



Quiebras porque estás quebrada, necesitas el sonido hueco.


Un sonido redondo te habla de vacío, sientes horror por él.


Crees que de la caja que brota la música van las fauces hechas para devorarte,

En la boca ves sombras

Nunca armonías.


¿No escuchas?

¡Borbota vida!


He aquí que alrededor del vacío, lo entero golpea urgente sobre tus pedazos y te odias más por eso.


Esos vidrios vienen disparados a veces, de tus choques, de explotar, de no cansarte de posponer tu brillo.

Así, prefieres hacer llorar porque lloras, chocar porque chocas, explotar porque explotas, agotándote, opaca.


Todo ser tiene en el ánima un brillante don de irradiación.

No puede haber un solo ausente de esta “animatura”

Está escrita en ti,

Eres una candela que no ha descubierto aún abrir sus puertas y ventanas de par en par.


Esos puntos que no entiendes,

Son barcas que aguardan tus señas,

No los pierdas:

Sobre un hilo de luz que se desliza sobre el agua,

Tu generosidad es puesta a prueba.


Es imposible borrar las barcas de los ahogados de tu mente,

No te mueras con ellas,

Ahí adentro:

Se debaten los vivos.


Lejos estás, tus manos se interponen a empujones,

El pecho que te cobijaba ahora es un espasmo de tu enfermedad,

Crees dominar

Dominarlo,

Te infringes.


He aquí mis manos que ya no tomas,

Descargan ahora cenizas,

La brisa que las supo agua,

Donde esparció transparencia

Tiende nube irritante,

La retina llena de arena llora,

Es hora que del ojo caiga el recuerdo

De aquél manantial que brotó de tus palmas.


Clavo a clavo afirmo las tablas,

Así es mi choza, mi silla, la mesa sobre la que como y escribo,

La cama sobre la que se abrigan mis tripas,

La balsa en que huiré,

Cuando se acabe la madera,

La misma que quemaré,

En otra playa.


Estaré desnudo y libre.

Beberá la verdad

Del hilo de la luna.


Todo lo que ocultas es como el convoy

Que rastrilla acero con chispas,

Por lo seco va incendiando,

Por lo líquido se destempla violentamente,

Estallará la rueda sin dudas,


Una noche inmensa y larga de hormigueos,

Con las espaldas exhaustas,

Y algo suena,

Y algo sueña,

Pesadilla, gritos,

Descarrilamientos.


El aire se fusila, todo se detiene,

Tus ojos se han clavado en la hiel que vomitas,

Ahora argumento, ahora puñal que chorrea,

Y nada es grave,

Como una

Ópera.


Estoy enfrente a una luciérnaga,

Ella baila para mí,

Su pelo azabachado de cosmos oscuro

Su vientre de estrellas

Están diseñados para esta claridad de la fugacidad

Indeleble.

Ese tintineo es una sonrisa del misterio,

En el momento preciso,

Me hace coordenada, me fija un propósito.


Oh! lejanía de lo que estuvo cercano y no se quiso,

Que por amar mal

Su gárgola arrancó de la cornisa del templo

Matando al niño que mendigaba

Tan solo una moneda:

De tu mano la vida,

De tu mano la muerte.



Ricardo Marcenaro