domingo, 30 de agosto de 2009

Argentina: La Boca 2. The neighborhood of immigrants, Argentina: El barrio de los inmigrantes. ricardo marcenaro text and photos

El colorido de La Boca es muy fácil de explicar.

Como la gente era humilde, no les sobraba para pintura. Justamente, como muchos de ellos se emplearon en la construcción de casas y edificios (era furibundo el crecimiento) sobraban materiales de las obras terminadas e iban a para a las chapas y paredes de madera de los humildes.

Se usaba la pintura hasta que se acababa y luego se seguía con otro color de similar proveniencia.


La Boca se llama por ser la boca del río Riachuelo que desemboca al río más ancho del mundo, el Río de la Plata, el que compartimos con los hermanos uruguayos, por eso a uruguayos y argentinos se nos llama: rioplatenses.


Compartimos los rioplatenses una cultura que se expresa en muchas formas, en palabras comunes, en sentimientos comunes, en arte en común.

La Boca es un barrio de tango, de ahí se han inspirado los autores para escribir tangos maravillosos.


Es una zona que dividía, como lo hace hoy, capital federal de provincia, solo que antiguamente, en provincia, era campo y pobreza suma. De ahí viene la milonga que se mezcla con los aportes musicales de la inmigración y un día esa música adquiere ciudadanía argentina y mundial: Tango, nuestra marca musical.


En la Boca nacieron los dos grandes equipos de football de la Argentina, River Plate, que se mudó al barrio de Núñez con el apodo de los millonarios por las compras que hicieron en aquellas épocas de cifras nunca pensadas en un juego de pueblo y de pueblo pobre, y el equipo de Boca Juniors, que aún está en el barrio de La Boca en su histórica cede: La Bombonera, llamada así por ser una caja que se le parece y en la que ningún equipo visitante juega holgadamente.
La Boca sigue siendo un barrio popular en un lento proceso de cambio. Los inmigrantes europeos progresaron y se mudaron a barrios mejores que reflejaran su progreso, hoy la inmigración latinoamericana reemplaza en la ocupación a los anteriores.

Pero La Boca está pegada al centro de Buenos Aires y su futuro, como ya se está dando, es al progreso que los inversores están depositando y que hace que muchos de estos conventillos desaparezcan o sean remodelados para recibir inquilinos pudientes o extranjeros.


La Boca ha sido y es un barrio donde los artistas ocupan un rol muy importante, viviendo y exponiendo.


La estrella: Quinquela Martín, uno de los más grandes pintores de Latinoamérica, hijo de este barrio, que hoy tiene un museo en una escuela pública como el quiso, inspirado por su alma generosa y docente.


Edificios de la boca de principios del siglo XX




Murales en una edificación del barrio de La Boca


Ricardo Marcenaro

30.8.09

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La Boca es un barrio que se hizo con la inmigración de fines de siglo 19 a principios del 20.


En esa época la Argentina era el “granero del mundo”, las oportunidades para ganar dinero eran muy buenas, cualquiera que venía a sacrificarse en pocos años se podía comprar un pedazo de tierra, levantar una casa, mandar al colegio a sus hijos y hasta a la universidad.


Para que tengamos una idea de qué hablamos, fue tal la ola inmigratoria que según estadísticas poblacionales que leí una vez, los extranjeros superaban a los nacionales en un 10% aproximadamente.

Figúrese usted que en su país hay un 60 % de extranjeros que no se sabe si se quedarán o no, que no saben hablar su idioma, que tienen costumbres totalmente diferentes.


Esta inmigración tan fuerte en tiempo tan concentrado determinó que se hicieran construcciones precarias, en madera y chapa, viviendas agrupadas que ocupaban varias familias en un solo terreno.

Lo ven en las fotos, esas casillas de colores en los interiores a las cuales se accedía por un pasillo que se abría en un patio o en uno delantero y otro trasero al que daban las casillas.

En esas casillas mínimas vivían familias enteras.


Muchas de esas personas, más allá que fuesen europeas, eran analfabetas, lo que no obstó para que se convirtieran en buenos trabajadores, grandes trabajadores, hoy argentinos como cualquiera.


En sus países vivían en general en la pobreza, hablo del grueso pues también vinieron profesionales de todo tipo y posición.


Imagínese la emoción de esta gente tan humilde, de poder comer por primera vez un bife, churrasco o steak de carne, grueso, jugoso, tierno, que en su país de origen era solo para ricos o para compartir entre diez y como lujo.


Este país les dio mucho y ellos le dieron mucho a él, por eso hoy son sus hijos como lo fueron ellos: argentinos.


Quiero repetir algo que siempre digo, de mi orgullo de ser argentino, pues este país maravilloso sigue recibiendo gente de todo el mundo con los brazos abiertos.


Hoy el grueso es de la América Latina, sobre todo de países vecinos, en general obreros. Pero los hay africanos y europeos también.


Lo que pasa actualmente, entonces, es que Argentina se está realimentando de América, de los hijos descendientes de los antiguos, de los que moraron antes de ser descubierta América, por lo que la proporción antes citada, está tornando rápidamente.


A todos se les dice y dirá siempre: Bienvenidos, este es tú hogar, tú refugio.


Ricardo Marcenaro

30.8.09

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Ocultas caras que hablan por los dedos, niñas que no se aceptan, mal crecidas, algo les tiembla en la voz, algo les duda en la letra.

Turbiedad, la tarde clara se desrama entre calidades degradadas, pasan cuadros nebulosos que van amputando cuerpos y rostros, un sopor temeroso, acostumbrado, se desliza por una calle secreta llena de callejas sin salida,

Inútil llamar, las sombras se pierden en los costados donde no dan ni sol ni luna, ni aire ni fuego.

Presentada de espaldas y presentida de frente, cortó los peldaños que pudo, extraña escala traumatizada por los vientos y vaya a saber qué, atada por soga que lucha intemperies, despeluchándose como un cebo.

¿Qué es fea, qué es gorda, que esta casada o en pareja, que solo quiere pasar el rato donde las horas mueren acostumbradas? ¿Qué tiene miedo? Que sí. Sí: ¡qué grave le suena!, acostumbrada a los ni.

A perder jugó por no haber aprendido juego mejor, la cuna pinchaba como la llama de una vela que se consume en la noche tenebrosa, no la quería pero se acostumbro a ser mortecina como la sombra que la alimentaba con su seno indiferente, grito en lloro harto de pedir satisfecho tardíamente, hábito fijó, enamorada de cierta pena.

Sus ojos se mueven con una curiosidad tentativa, moran provisorios hasta que el calor la empuja afuera, nació derretida y con eso ya fue bastante.

Pronta a reparar los ventanucos que osaron desvestir sus cortinados gruesos, removiendo el polvo, los tapona nuevamente, ningún callejón ha de develarle, atrincherada en su temperatura sin temperamento más que para lo casero donde reina indica, entre brújulas sin norte y mapas corregidos.

Nada en ella es misterio más que su incógnita, un pase simple de números confusos, una tabla fija sobre la que se repiten funciones, saludos, alegrías suspendidas del espejo inquisitorio,

Luz que huye para agrandar impresiones de la soledad que no tiene reparo, aportando su opacidad a un ser social descolorido, se cubre aterrorizado a ser descubierto. Sin temblar, firme como un cucharón clavado a la manteca, deja correr las horas, floja de piso.

Ricardo Marcenaro

30 de agosto de 2009