domingo, 2 de agosto de 2009

Ego


El emperador camina sobre el polvo de los huesos de sus súbditos bajo las piedras perfectas, sus anillos brillan como el sol.

Tierra y luz lo atrapan mortalmente bajo las sedas que acarician su cuerpo.

Inconcebible es mirarlo a los ojos, algunos dicen: ellos son túneles sin fin.

A su sonrisa se le escapa una sorda turbación de palas cavando: blancas, brillantes, afiladas de repetir.

Nunca nadie ha desafiado tanto poder, quien nace en nuestro reino lo sabe, nuestro destino esta escrito por él.

Nuestra familia es feliz, un sabio habitó nuestra sangre hace siglos, a todos nos marcó con disciplina y frases.

Nuestro oficio es nuestra riqueza, de él aprendemos a ser.

De padre a hijo algo nuevo en lo mismo nos distingue, no lo diré.

Cuando llegan sus emisarios por algún escrito, saben que deben ser delicados, nuestras letras son capaces de levantar reinos o hundirlos, lo nuestro es pensar.

El problema del que lo tiene todo es que se lo devora la nada.

Hacemos una vida simple.

Sonreímos en el jardín, nuestro té es del mejor, solo así escribimos para el emperador.


Rm