La reunión fue buena, se hace.
Todos se han caído bien, hay armonía. De mi casa fuimos a San Isidro, unos nueve kilómetros de aquí, le mostramos el lugar a Antonio que casualmente había filmado en ese lugar para la televisión hacía unos cuatro años, están todos felices.
Me sigue pasando que no puedo estar en ningún lado, mi cabeza se va, me ausento, me voy a otro lugar con otra persona, debo volver a casa de inmediato.
Extraño a la gente que me conoce, me ven apagado, ido. No me gusta, pero no puedo actuar nada, una fuerza domina.
Regresé. Aquí estoy solo, a la letra, queriendo dormir una siesta, demasiadas palabras y ruidos en mi cabeza, quisiera arrancármela.
El día se aprovechó, parece que es lo único que debería importar.
Importa sí que Antonio, Santiago y Agustín estén contentos, a mí me pasa que no disfruto nada.
Debí leer en público el otro día, lo mandé a Elías, locutor y actor amigo.
Mejor, seré un misterio y un fantasma, y si no ¿qué es lo que soy ahora?
Pero seguimos con los avances, eso importa, me digo, me miento.
Lo único que me importa es ir a otro barrio, ahí está lo único que me importa, no se para qué si ahí no importo.
Alivianar mi tortura. Eso quiero. Verla a la cara, que sus ojos lo digan todo.
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