martes, 11 de agosto de 2009

Poesía: Polo: El veterinario Genético Ambrosia - por Ricardo Marcenaro



Presten atención y paren la oreja

Les voy a relatar como canario

Fatal aventura que nadie aconseja:

Lo sucedido a un científico veterinario.


No es de ordinario decir lo que digo,

Muchos lo han visto con sus propios ojos,

Inclusive quien les canta siendo testigo:

De las desgracias genéticas del antojo.


No se me distraiga compañero

Que primero voy a empezar

Con un examen fenomenal

De este experimento postrero.


Lucubraba tomando mate aburrido,

En su consultorio el muy corneta,

Camino corto para agrandar el ombligo

Que lo dejara como genio y no sotreta.


Hay que tener jeta, lo digo sin empacho,

Y ya le voy a relatar de corrido y sin gasa

Lo que sale de inventar un hijo guacho

Con el afán de mejorar el caballo e’raza


Para Ezeiza se fue escondido en un bus,

Para meterse en los vestuarios cual madona

Silbaba haciéndose el gil jilguero mus:

Buscaba un cayo plantal del Maradona.


Ahí no más lo puso en la probeta

Contento como el inocente niño,

Médico que no pierde su aliño:

Huyendo disimuladamente a meta.






Patas largas le convenían

Al zoológico fue rajando

Jirafitas que no porfían:

Un pelo le estaba afanando.


Cha que linda es la zootecnia,

Pechudo lo necesitaba,

Al rinoceronte le hizo la venia

Mientras el cuerno le robaba.


Al salir por la puerta trasera

Cruzó con un lindo mono, sonamos!

Recordó su agilidad de manos,

Le secuestró la dedillera.


Sálvese quien pueda con Ambrosía,

Se fue a la clínica Santa lucía

Para revolver entre los despojo

Enterado que un tirador perdió el ojo


Lindo el tal Genético apuntaba,

No fallaba su puntería,

Se levanto inspirado aquel día,

A ver que era lo que mejor le resultaba.


Leyendo el diario el muy pelmazo

Se enteró de un meeting de ilustres,

Sin avergonzarse ni achicar fuste

Le pellizcó el cutis a Cambiaso


De un mordiscazo luego sacó

Pa completar brujerías en el seguí

La oreja de uno de los Heguý

Que le gritaba desgracia que lo tiró.






Pensaba en el entendimiento que colegia,

Del caballito que iba a formar caliente,

Para que mida la estrategia,

Como un jugador que la reviente.


Entonces no se hizo corto y si largo,

Porque de estrategia se trataba,

Golpeó la puerta al tiempo que entraba:

De un tirón se llevó la nariz de Bilardo.


Lindo iba a respirar pingo criollo

Que pensaría como ningún otro

Ya lo veía nacer fornido al potro,

Aspirar futuro con semejantes hoyos.


Así parte por parte extraía pal’ palenque,

Lo que en su mente iba formando,

Visualizando internacional y afamado:

Le llego a tomar prestado a un jeque


En cuanto lío se mete un cristiano

Al que la codicia lo domina,

El sano juicio se le contamina

Yéndosele del todo la mano.


Hermano no me discuta la rienda

Vio que con buena voluntad la hora,

Había llegado: a poner todo en la licuadora.

¡Lo que cuento no es para que ofenda!


Lindo le estaba quedando el guiso

De ese caldo sustancial de la vida

Por las dudas le pegó una buena hervida:

Pa’ homogeneizar al porvenir del petiso.






Recordó su maestro de la facultad,

Le había dado la receta con unas cañas

Que se tomaron en el club del flaco Vidaña.

A este hombre, ¡no le faltaba voluntad!


Cuanta lealtad por llevarle al polo

Lo mejor del juego en la ambición

Ya se veía entre millones y con canción,

Lo que otros llamarían un simple dolo.


Preparaba el embrión en su contento

Agregándole por las dudas levadura

Al instante le hizo levantar catadura,

Hay que ver que lindo brotaba el fermento.


Y ya le hago descuento por el espacio,

A contarlo no soy reacio ni lo quiero,

Cuento lo que puedo sin sonajero

Pues a expresarme no soy reacio.


Ahí iba embalado a la yegua,

Enfundado en su guante largo,

Le clavo la pajilla sacándola del letargo,

De tal manera: que corrió enganchado una legua.


Mala suerte mejor callarme y no verte,

Se reía la paisanada apasionada hasta la muerte,

Parecía bandera hipnotizada de tren de cola,

Prendido al pimpollo donde hierve la bosta.


Por suerte cruzando el rió lo largó

Con un movimiento rápido y corto,

El veterinario mirando al cielo absorto,

Con siete meses de yeso la pagó.






Gorda estaba la yegua, así se ponía,

La evolución era elocuente decía,

Mientras se rascaba con un rastrillo

Del lado donde tenía el cabestrillo.


Llegó el día y vamos para la sala,

El embarazo fue largo inusualmente,

Pasaron dos años pelando malas,

Pero por fin ya la tenía enfrente.


Primero le vio la boca y los dientes,

Quedándose sin aliento en el suspiro

Le salían dos cuernos refulgentes:

Más que caballo era un vampiro.


El rinoceronte cambiaba posición

Algo mal había salido se percataba

Apenas el noble invento asomaba,

Hay que ver como le latía el corazón.


En medio la frente un guión peludo,

Que parecía cepillo para la ropa en brote,

Ese animal punk le salió por el escote,

Filtrándose como aceite por el embudo.


Con la cabeza la mano inmensa asoma,

Pensando en el kilometraje de la venda

De tamaña delantera de calzada estupenda,

Disculpen, punto y coma, ¡No era de Maradona!


Cesárea se imponía, el pecho no pasaba,

Entre diez peones como burros tiraban,

Se le enganchaba un peto de tortuga

De piel rasposa: mapeada de arrugas.






Le salió armado el bicho, quizás mejor pensó,

Resistiría el desgaste del pecho a pecho,

Dejando a los demás animales deshechos,

Se está poniendo lindo pensó: ¡Qué lo tiró!


Cha que bueno, contento se entusiasma,

Ya lo veía corredor por las canchas,

Aunque fuera gordo como una chancha,

Respiración agitada escuchó: ¡Bicho con asma!


Ni loco se iba a entregar, perdonó,

Después de tanto sacrificio,

El hombre conoce su oficio,

Parece que este veterinario: ¡No!


Aquello era un monstruo descomunal,

Parecía brotado de un oscuro pantanal,

No olía precisamente a mirra y romero,

Pa peor la cola le remataba en plumero.


Del suri se acordó haber robado pluma

De aquella anca firme que proyectó,

Se extendía a toda anchura goma espuma,

De una esponja que al licuado le cayó.


La desprolijidad no trae buena consecuencia,

No progresa el que tiene revuelta la querencia,

Lo sabe hasta el gaucho más desordenado:

No hay opulencia en el saber del desbordado.


La cosa que a los años lo comenzó a entrenar,

Genético Ambrosía fácil no se iba a entregar,

Después de tanto yugo y esfuerzo solidario,

Nadie lo quería domar a este resumen de bestiario.






Pero el animal cosas buenas tenía señor,

No era bestia ni para cualquier gente,

Inspirado en la doma racional e inteligente,

Leía cinco libros por día de mil amor.


Buena vista tenía, no necesitaba anteojo,

Del asma mejoraba mientras se hamacaba,

Rascándose en una mecedora llena de abrojos,

¡Contento Genético!: la erudición le brotaba.


Ocho metros para la cinchas de la montura,

Entre diez había que apretarle la anchura,

Que cultura inusitada nunca dio problema

Al pueblo se ganó y de él fue emblema.


Salía en los noticiario, famosas su declaraciones,

Abriendo de los hombres sus corazones,

Con su hablar tan fluido y docto, creer

Facturaba la chancha sin pisar la cancha, ¡Poder!


Llamaron al domador, Cambiaso lo entrenaba,

Para distinguirse sobre su lomo de dragón,

La cola no iba a dolerle, posaba sobre un colchón,

Pisa y amasa la mejor gambeta, con el casco la dominaba.


Lindo argumento, eso no figura en el reglamento,

El ídolo ya la veía, saliendo en el Times seguro,

Pa contarle a los gringos de pingos que no son oscuros,

Sino que a la escala zoológica marcan especial segmento.


Una carrera exitosa tuvo (para acortarle el cuento),

Llenando de dinero a Genético Ambrosía,

Que de Frankenstein a carcajadas se reía,

Nadie había podido superar su amado esperpento.





Jugador caballo nunca visto en la fortaleza,

Precioso en la decisión de tantas jugadas,

Hizo quinientos goles a las patadas,

Y hasta ciento cinco de pechito y cabeza.


No había que usar el taco con el mataco,

En el taquito con el vaso era bien diestro,

Mostrando y escondiendo la bola un maestro

Los demás caballos temerosos, ¡A este no lo ataco!


Lo compro un rey de Arabia por cien millones

Esperando forrar los desiertos de notable reproductores,

Lleno de rabia con las primeras crías casi arisca,

Un potro le salió fumador y la yegua odalisca.


Y asi jué no má pó.






Ricardo M Marcenaro

Ridículo vocacional

Escultor profesional

Como poeta, ¡un animal!

11 de agosto de 2009




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