El cardo de las Pampas Argentinas era visto antiguamente como un símbolo propicio, su existencia en un campo garantizaba buenas cosechas, donde hay cardos la tierra es fértil, lo nace sabiendo cualquiera que sepa de criollas costumbres.
En mi jardín del Té, que así se llama pues como el Té ofrece un camino de sabiduría, lo hace con los que vienen y conmigo, le debo mucho, siempre hay lugar para que un cardo crezca, los amo, sus flores son muy bellas, la estructura de la planta, sus hojas vellosas y nervudas que cuando jóvenes son brillantes, grandes, brotan con fuerza.
Su crecer es un auspicio de lo bueno que tiene mi tierra que enriquezco, cuido y custodio como el cardo custodia.
Su florecer en un jardín de Olivos, barrio lleno de jardines iguales rapados militarmente donde el cardo es un insulto y no se permite, es un irme en la imaginación al campo, a los caballos, al aire de la tarde que corre por la casa mientras los árboles movidos por el viento sugieren formas antológicas de la música.
Si Atahualpa Yupanqui dice: “Porque no engraso los ejes me llaman el abandonao (abandonado), si a mí me gustan que suene pa’qué (para qué) los voy a engrasar” Ricardo dice: “Porque no mato mis cardos me llaman el abandonao (abandonado) si me gustan sus suertes pa’qué (para qué) los voy a arrancar”
Amo al cardo, me hace vivir donde quiero, me llena de lo que amo, mi flor y mi tierra.
Dedicado a todos los que amamos el campo, la naturaleza, la gente buena. RM
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