viernes, 6 de noviembre de 2009

Literatura: Isaac Asimov - La Receta del Tiranosaurio 3 - Jugando a lo seguro


Jugando a lo seguro

A veces un científico puede quedar atrapado entre el deseo de obtener el crédito por un descubrimiento importante y el deseo de no parecer tonto. Fred Allison, de la Universidad de Alabama, reportó en 1931 el aislamiento de los elementos 85 y 87, a los que llamó "alabamino" y 'Virginio", respectivamente.

Pero estaba equivocado. Tuvo que pasar otro decenio para que fueran descubiertos de verdad, y recibieron el nombre de "astato" y "francio". Hoy en día se recuerda principalmente a Allison por su error.

No se trata de algo nuevo. Ya en 1610 Galileo tenía que tener mucho cuidado. Sus nuevos e importantes descubrimientos fueron ridiculizados por quienes insistían que no se podía tener confianza en su telescopio, y que los nuevos objetos que había descubierto en los cielos tan sólo eran espejismos creados por las lentes.

Por lo tanto, Galileo tenía toda la intención de no dar a conocer sus descubrimientos hasta que, después de repetidas observaciones bajo condiciones diferentes, estuviera convencido de que no podía tratarse de espejismos.

Por otra parte, había otros que tenían prisa en reclamar la prioridad. De hecho, en menos de dos años el astrónomo Simón Marius proclamó haber descubierto antes que Galileo a los cuatro satélites grandes de

Júpiter, en tanto que otro astrónomo, Christopher Scheiner, afirmó que había visto las manchas solares también antes que Galileo.

Hacia finales de 1610 Galileo descubrió que Venus mostraba fases, del mismo modo que la Luna; que pasaba de un Venus nuevo a medio Venus y a Venus lleno, para después volver a medio Venus a Venus nuevo.

Se trató de algo muy importante: según la vieja teoría de Ptolomeo, Venus no podría mostrar fases de esta forma; según la nueva teoría de Copérnico, tenía que ser así.

Por lo tanto, la importancia del descubrimiento fue de primer orden. Sería el último clavo en el ataúd de la astronomía griega y, finalmente, establecería al Sol como el centro del sistema planetario. Por otra parte, el telescopio de Galileo apenas si podía establecer dichas fases, y si se dejaba conducir erróneamente por deseos previos, podría dejar caer un velo sobre sus otros descubrimientos.

Por lo tanto, lo que hizo Galileo fue jugar a lo seguro. El 11 de diciembre de 1610 le envió una carta a un amigo suyo, Giuliano de Medici, embajador en Praga. Contenía la siguiente frase en latín: "Haec inmatura a me jam frustra leguntur o.y." que significa: "Estas cosas inmaduras son leídas por mí". La frase sugiere que Galileo ha hecho un descubrimiento pero que todavía no está listo para decir de qué se trata.

Las "o. y." finales están como sobra y muestran que todo el mensaje es un anagrama. Cuando las letras se reacomodan, con la "o" y la "y" incluidas, puede obtenerse un mensaje diferente.

Si comprobaba que las fases de Venus habían sido una falsa alarma, el mensaje para de Medici se quedaría como estaba y no significaría nada, No obstante, si Galileo se convencía de la existencia real de dichas fases, podía presentar el mensaje ya reacomodado como "Cynthia figuras aemulatur Mater amorum". Que significa: "La Madre del amor imita la forma de Cynthia" y en donde "la Madre del Amor" es Venus, por supuesto, y "Cynthia" es un nombre poético de la Luna.

Todavía más, si alguien anunciaba el descubrimiento de las fases de Venus mientras Galileo esperaba, éste podría desentrañar el anagrama inmediatamente y usar la fecha de la carta y la palabra de un respetado embajador para afirmar su prioridad.

Hubo un final feliz. Las observaciones de Galileo estaban en lo correcto y obtuvo todo el crédito sin ninguna discusión.

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