lunes, 30 de abril de 2012

Diario Amorfo 2







La madrugada del día cuatro.
Sobre la paz la tortura, desgracia de aquellos sin gracia, necesitando contagiar de opaco su falta de ubicuidad, su difuminación de contorno, su no poder aprenderse, su ánimo de vengar inferioridades. El tiempo de la vida se extiende presenciando espectáculos donde lo íntimo se retuerce apagando los ojos vistos, la pantalla de los iris devuelven un silencio de quien agazapado se mezquina para no ser descubierto.
Al amar descubrimos, al darnos a lo otro, al salir de uno.

El sol se tiende sobre las paredes frías, la sombras duermen alargándose hasta hacerse tejido sutil y transparente, las cotorras deshacen las cápsulas que guardan las semillas de la lagestroemia o escupen dátiles al piso, hay un orden en la copa de cedro azul maravilloso como en las orquídeas que en sus brazos he sembrado, en el pasto a su pie creciendo libre también un orden se dispone, natural, amable, que no discute, mostrándose sin engaños.
Madrugada silenciosa en la cual recordar el día, no cómo fue, ni siquiera cómo lo vimos, solamente cazamos imágenes rasguñadas que en un clic dejan incontables  piezas de armar rompecabezas, pasando y repasando a velocidad que les borronea las formas, yuxtaponiendo colores que salidos del cuerpo disparan rayas deslizadas que la vista mezcla confusa, impresa licuación…,…cerrar los ojos, detener, ver dentro, en los pedazos, igual que en aquellos en que nos la pasamos todos, todo el tiempo, fingiendo entereza, composición.
A veces harta la circunstancia humana, a la vez, el caos es irresistible.


 RM

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