domingo, 24 de marzo de 2013

Filosofia: Cioran - El Inconveniente de Haber Nacido - Parte 12 - (De l'inconvenient d'etre ne - 1973)



Toda mi vida he vivido con el sentimiento de haber sido alejado de mi verdadero sitio. Si la expresión «exilio metafísico» no tuviera ningún sentido, mi propia existencia se lo daría.

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 Mientras más colmado de dones está alguien, menos avanza en el plano espiritual. El talento es un obstáculo para la vida interior.

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 Para salvar de la vulgaridad y la grandilocuencia a la palabra «grandeza», sólo habría que utilizarla a propósito del insomnio o de la herejía.

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 En la India clásica, el sabio y el santo se reunían en una misma persona. Para darse una idea de tal logro, hay que pensar, si se puede, en una fusión entre la resignación y el éxtasis, entre un estoico frío y un místico descabellado.

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 El ser es sospechoso. ¿Qué decir de la «vida» que constituye su desviación y su deshonra?
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 Cuando nos comunican un juicio desfavorable sobre nuestra persona, en lugar de enfadarnos deberíamos pensar en todo lo malo que hemos dicho de los demás, y decirnos que es justo que también se hable así de nosotros. La ironía quiere que no exista persona más vulnerable, más susceptible, menos dispuesta a reconocer sus defectos, que el maldiciente. Bastaría citarle la mínima parte de lo que se dice sobre él para que pierda el control, se desate y se ahogue en su bilis.

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 Desde fuera, en cualquier clan, secta o partido, reina la armonía; dentro, la discordia. Los conflictos en un monasterio son tan frecuentes y están tan envenenados como en cualquier sociedad. Incluso cuando huyen del infierno, no lo abandonan sino para reconstruirlo en otra parte.

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 La mejor conversión es vivida como un avance. Afortunadamente existen excepciones.
 Me gusta esa secta judía del siglo XVIII en la que se adherían al cristianismo por voluntad de decaer, y también me gusta aquel indio de Sudamérica que, habiéndose convertido también, se lamentaba de tener que ser la presa de los gusanos, en vez de ser devorado por sus hijos, honor que le hubiera sido rendido si no hubiese abjurado de las creencias de su tribu.

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 Es normal que el hombre ya no se interese por la religión sino por las religiones, pues sólo a través de ellas podrá comprender las versiones múltiples de su postración espiritual.

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 Al recapitular las etapas de nuestra carrera, es humillante comprobar que no tuvimos los reveses que merecíamos y que teníamos derecho a esperar.

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 La perspectiva de un fin más o menos próximo excita en algunos su energía, buena o mala, y les sumerge en una furia de actividad. Suficientemente cándidos como para querer perpetuarse por su empeño o su obra, se afanan por terminarla, por rematarla: no pierden ni un momento...
 La misma perspectiva invita a otros a hundirse en el qué-más-da, es una clarividencia estancada, en las irrecusables verdades del marasmo.

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 «¡Maldito sea quien en las futuras reimpresiones de mis obras cambie a sabiendas cualquier cosa, ya sea una frase o una sola palabra, una sílaba, una letra, un signo de puntuación!».
 ¿Fue el filósofo, o fue el escritor quien hizo hablar así a Schopenhauer? Los dos al mismo tiempo, y esta conjunción (si se piensa en el pésimo estilo de cualquier obra filosófica) es muy rara. No es Hegel quien hubiera proferido semejante maldición. Ni ningún otro filósofo de primera magnitud, excepto Platón.

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 Nada más exasperante que la ironía sin falla, sin descanso, que no le deja a uno tiempo para respirar, y menos para reflexionar, la ironía que, en vez de pasar desapercibida, de ser ocasional, es masiva, es automática, y está en las antípodas de su naturaleza esencialmente delicada. Tal es, en todo caso, el uso que de ella hace el alemán, el ser que, por haber meditado tanto sobre ella, es el menos capaz de practicarla.

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 La ansiedad no es provocada por nada; busca darse una justificación, y, para conseguirlo, emplea cualquier cosa, los pretextos más miserables, a los que se aferra después de haberlos inventado. Realidad que precede a sus expresiones particulares, a sus variedades, la ansiedad se suscita, se engendra a sí misma, es «creación infinita», mucho más apta, como tal, para recordar las maniobras de la divinidad que las de la psique.

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 Tristeza automática: un robot elegiaco.

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 Ante una tumba se imponen las palabras juego, impostura, broma, sueño. Imposible pensar que la existencia sea un fenómeno serio. Certeza de un engaño desde el principio, en la base. se debería escribir en el dintel de los cementerios: «Nada es trágico. Todo es irreal.»

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 No olvidaré fácilmente la expresión de horror sobre ese que fue su rostro, el rictus, el espanto, el extremo desconsuelo y la agresividad. No estaba contento no. Jamás he visto a alguien tan a disgusto en su ataúd.

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 No mires hacia atrás ni hacia adelante, mira en ti sin temor ni nostalgia. Nadie desciende en sí mismo mientras permanezca esclavo del pasado o del futuro.

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 Es poco elegante reprocharle a alguien su esterilidad cuando está postulada, cuando es su forma de realización, su sueño...

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 Las noches en que hemos dormido son como si no existieran. Sólo permanecen en nuestra memoria aquellas en que no hemos pegado un ojo: noche quiere decir noche en blanco.

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 Para no tener que resolverlas, he transformado todas las dificultades prácticas en dificultades teóricas. Frente a lo Insoluble, por fin respiro.

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 A un estudiante que quería saber qué pensaba del autor de Zaratustra, le dije que había dejado de leerlo desde hacía tiempo. ¿Por qué?, me preguntó. Porque lo encuentro demasiado ingenuo...
 Le reprocho sus arrebatos y hasta sus fervores. Demolió ídolos para reemplazarlos por otros. Un falso iconoclasta con visos de adolescente, y no sé qué virginidad, qué inocencia inherentes a su carrera de solitario. Sólo observó a los hombres desde lejos. Si los hubiese visto de cerca, nunca hubiese podido concebir ni ponderar al superhombre, visión extravagante, si no grotesca, quimera o antojo que sólo podía surgir en la mente de quien no tuvo tiempo de envejecer, de conocer el desasimiento, el largo hastío sereno.
 Mucho más cercano encuentro a un Marco Aurelio. No vacilo entre el lirismo del frenesí y la prosa de la aceptación: encuentro mucho más consuelo, e incluso más esperanza, en un emperador fatigado que en un profeta fulgurante.


 VI

 Me gusta esa idea hindú según la cual podemos confiar nuestra salvación a otra persona, a un «santo» preferiblemente, y permitirle rezar en lugar nuestro, hacer cualquier cosa por salvarnos. Es venderle el alma a Dios...

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 «¿Acaso tiene el talento necesidad de pasiones? Sí, de muchas pasiones reprimidas.» (Jaubert.)
 No hay un sólo moralista francés al que no se pueda convertir en precursor de Freud.

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 Siempre sorprende ver que los grandes místicos hayan producido tanto, que hayan dejado un número tan importante de tratados. Sin duda pretendían celebrar a Dios y nada más. Esto, en parte, es verdad, pero sólo en parte.
 No se crea una obra sin apegarse a ella, sin convertirse en su esclavo. Escribir es el acto menos ascético que existe.

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 Cuando velo hasta muy entrada la noche, me visita mi genio malo, igual que le ocurrió a Bruto antes de la batalla de Filipos.

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 «¿Acaso tengo el aspecto de alguien que tiene algo que hacer aquí abajo?» Eso es lo que quisiera responder a aquellos que me preguntan sobre mis actividades.

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 Se ha dicho que una metáfora «debe poder ser dibujada». Todo lo original y vivo que se ha hecho en literatura desde hace un siglo desmiente esta observación. Pues si algo ha persistido es la metáfora de contornos definidos, la metáfora «coherente». Y la poesía no ha dejado de rebelarse contra ella, hasta el punto de que una poesía muerta es una poesía atacada de coherencia.

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 Oyendo el boletín meteorológico, gran emoción a causa de las «lluvias dispersas». Lo cual demuestra que la poesía está en nosotros no en la expresión, por más que disperso sea un adjetivo capaz de suscitar cierta vibración.

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 En cuanto formulo una duda, o mejor, dicho: en cuanto siento la necesidad de formular una, experimento un bienestar curioso, inquietante. Me sería mucho más cómodo vivir sin el rastro de una creencia que sin el de la duda. ¡Duda devastadora, duda nutritiva!
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 No hay sensación falsa.

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 Volverse hacia uno mismo y descubrir un silencio tan antiguo como el ser, más antiguo inclusive.







Filosofia: Cioran - El Inconveniente de Haber Nacido - Parte 12 - (De l'inconvenient d'etre ne - 1973)



 




Desgarradura:



El Inconveniente de Haber Nacido:

 

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