El clavo
Todo lo revivido se estremece.
Repites las historias muy despacio
con los nombres del mundo de los muertos
pues lo bello, al final, resulta triste.
Las huidas sin carrera son la imagen
grotesca de los sueños, el agua que se escapa
entre las manos y, por eso, prefieres
cambiar aquellos nombres y lugares, dejar
sólo los hechos con los sentimientos
que arrastran.
Puede ser una señal
y casi te deslumbra.
En el dolor, no obstante,
el abrazo es más rápido que un cepo.
Ser uno mismo, sí, pero antes ser de otros.
De "Un intruso nos somete", 1997
El vigía
Veo en el horizonte un humo verde
reptando, caprichoso,
igual que una culebra entre las rocas.
Y cerca, en el camino a mitad de este sendero,
la verja vegetal que lo recubre
lujosa, decadente,
escarchadas y lánguidas
clarean unas ramas.
Parecen tensas venas que sujetan
a punto de partirse este paisaje
en la ventana de la fantasía.
Protege la muralla.
Y cómo cubre cárdena su imagen
y oscila en la penumbra,
cómo se pierde, y cómo se difunde.
Justo ahí donde empieza la escalera,
una escalera natural
de piedra, justo ahí es donde paro,
y me vuelvo otra vez.
Y aquí yo, y tú también,
ya nosotros.
Con miedo incluso, incluso
incertidumbre, en triple dirección.
Con la mano temblando al escribir
esta venérea milicia, noble
título, y mucho más real; pues sabemos
que no nos pertenece casi nada,
que todo es suyo y nuestro,
y que yo no soy nadie.
¿Algo es mío?
¿Cómo es posible ahora
escuchar su advertencia?
¿Cómo estar en lo cierto
y descifrar los símbolos osados
que la belleza desinteresada
rasga en nuestras imágenes?
¿Preguntas
indefinidamente sin respuesta?
Daré la voz de alarma
ante cualquier extraño movimiento.
Tengo explícitas órdenes
de tirar a matar.
De "El laberinto azul", 2001
Poesia: Juan Carlos Abril - El Clavo - El Vigia - Links
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