martes, 10 de marzo de 2015

Poesia: Concha Garcia - ¿Que es lo que cae? - Sillas - Arboles que ya florecerán - Links a mas CG








        ¿Qué es lo que cae?

        Cada año me convierto en un grupo de personas
        que se disuelven en una calle peatonal,
        los días dos de enero veo esparcirse
        un trozo de mi alma
        que yo contemplo apostada en una esquina
        buscando en las grietas de la pared
        una especie de recuerdo como de ventana
        caída. También veo
        la disolución de una edad y me observo
        con una mueca sin días previos
        que se lleva parte de mi ser
        y es entonces cuando me distraigo
        y entran a mi casa las cartas, resuenan
        en los párrafos, en los trozos de frases.
        ¿Y aquel encuentro? Ahora que no estás yo.
        No te... viajaremos este verano.
        Vayamos al lugar. Árboles frutales,
        tú la fru... te vivo en la azotea.
        Cuando quebró. ¿Quién creería?
        Tu compañía me endul... me rompe
        el mar.

        1998

        * * *

        Sillas

        Días en los que vivir parece una tabla
        que apuntala una ciudad, y luego
        querer tomar café. Qué clase de correcta
        inarmonía duele al desechar los azucarillos.
        Un mundo en los dedos y un mundo
        más hondo y desgajado que no late
        en la mirada de nadie. Momentos así
        son todo alrededor de tantas sillas.
        Me gustaría emborracharme pero son las diez
        y calculo que dentro de ocho horas
        estaré perdida. Come algo.
        No, porque no tengo apetito. Deseo fumar
        y hacer malabarismos con el instante
        éste. ¿Sabes que no eres adorable?
        Busco echarme en el suelo y tener libertad
        para mojarme. Son cosas que comienzan
        cuando apuntalas el mundo un lunes.
        Si se está realmente quieta
        notas el humo del tabaco
        en el espejo y te ves irreal
        para poder pasar el brazo
        por encima de una imagen
        que apuntala cinco años de vida.
        ¿Tienes grietas cuando sales a la calle?
        Tres o cuatro. Y me empujas para no entrar
        donde hasta las piedras sienten la lejanía.
        Son bares en habitaciones,
        pósters iluminados de artificiales ratos
        que invitan a morirse de risa
        ante una silla. La gente ofrece dicha
        con la lengua pastosa, demanda roces
        imperecederos apurando una copa,
        son brechas de diminutas felicidades
        enjuagadas en alcohol. Yo me río
        porque me encuentro cobarde,
        quiero aferrarme a algo, a una silla,
        hacer una prueba de fuego sobre un taburete
        dejándome llevar de la mirada
        del personaje que pone los discos y me veo
        extendida en una biblioteca irreal,
        la sabiduría pide demasiado poco.
        Es tan temprano. Te quiero acompañar
        y derrumbar contigo el puente de la salvación
        que nos lleva de esta casa a los vientos
        y a las salidas de mar.
        Tienes la voz de un gran amor
        y una presencia de escondite
        que enturbia planes, que sale de dudas
        y entra en ciudades donde no hay un local
        para abrazarte. Yo te veo en la 315
        asomada hacia la calle para ver si llego.
        Llega una bandeja con café sobre una silla
        que apuntalo al borde de la cama.
        Y después yo, que soy las aberturas,
        el grifo goteando, el tic-tac, las voces
        de la gente que chilla que se quiere morir
        de una rabia hecha jirones.

        1998

      


        "Árboles que ya florecerán" 2001


        Desde la sala de estar
        porque en algún lugar tiene que situarse una
        o en alguna parte, a veces
        en la sala, otras en un recuento
        de días y noches como bolas mágicas
        sin contenido especial
        bolas redondas y chatas en los extremos.

        * * *

        Pequeña placidez del instante
        ya pasado Y tú qué clase
        de amor buscas siempre.

        * * *

        Repetido en las cajas de las
        repeticiones, mis vacíos
        martini, otra vez el sol.

        * * *

        La edad son goznes
        mirar hacia abajo
        ver un fondo donde ardes,
        sentimientos de pena
        para alcanzar algo mejorable
        sin que se sepa definir
        esto de aquello, y lo otro,
        no cabe así. El día bruto
        la luz era maléfica
        una religión era necesaria.
        Voy a mi extremo
        que no tuviera miedo de la noche
        ni de repetir la escena.
        Desvié mis ojos hacia la cama
        no estaba yo tampoco. Treinta años
        condensados en el gesto
        indefinible, cercano, inalcanzable,
        enroscando la cafetera
        junto a ningún ser aquí cerca.
        Sólo tus muslos húmedos
        alcanzan un arco de 48 horas
        sin determinar bien
        qué emoción antecede a otra
        o cuál es el lugar
        donde poner las manos ahora.
        Tus muslos ardían
        dentro del arco
        en el que me muevo a tientas,
        regalo del tiempo, el acto,
        alguien me lo dio todo
        en una pensión. La botella
        la lámpara, la colcha verde,
        recuerdo eso y la luz recogida
        tras las cortinas, recuerdo eso,
        la televisión, un sutil movimiento
        para entrar en cavernas de ansia,
        y el trabajo de los días,
        de los años, de lo prieto.
        Que el amor perdure -decías-
        largo instante inscrito aquí
        y ahora mismo
        en la divisibilidad.
        Parece ser que se origina
        lo perdurable en el instante
        dispersando el escalofrío.
        Yo, para ti, tú, para mí.
        Resplandor y música
        alguien golpeó la pared.

        * * *

        Ser tantas contigo
        y bailar los raros pasos
        que conducen a la cueva
        donde recuerdo mi rostro.

        * * *

        Tu niebla de mujer
        trae enseres a mi creencia
        yo, que casi sola
        he creado el mundo.

        * * *

        Una especie de mi que no soy yo
        deja perpleja la estela de la tarde
        en esos extraños recorridos
        donde el labio estanca su decir.




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