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Yo creo que una hoja de hierba no es menos que la diaria
trayectoria de las estrellas,
Y que la hormiga también es tan perfecta, y un grano de
arena, y el huevo del reyezuelo,
Y la reineta es una obra de arte comparada con lo más
grande,
Y la zarza trepadiza podría adornar los salones celestiales,
Y la menor articulación de mi mano menosprecia toda
mecánica,
Y la vaca que rumia con su cabeza gacha sobrepasa cualquier
estatua.
Y una sonrisa es un milagro suficiente como para conmover
a sextrillones de incrédulos.
Yo encuentro incorporados en mi gneis, carbón, músculos
de largos filamentos, frutos, granos, racimos comestibles,
Tengo mi cuerpo todo estucado, con imágenes de cuadrúpedos
y pájaros,
Y por buenas razones he distanciado lo que está detrás
de mí,
Pero que puede retornar en cuanto yo lo desee.
En vano la fuga o el miedo;
En vano las rocas plutónicas despiden su antiquísimo calor
para impedir que yo me aproxime;
En vano el mastodonte oculta su osamenta bajo el polvo;
En vano las cosas están a leguas de distancia y asumen múltiples
formas;
En vano el océano se repliega en sus cavernas y los
grandes monstruos en sus profundidades;
En vano el gallinazo busca un nido en el cielo;
En vano la sierpe se desliza entre las plantas rastreras y el
ramaje de los árboles;
En vano el alce se oculta en las profundas y boscosas gargantas;
En vano el pingüino de afilado pico emigra al norte, hacia
el Labrador;
Y yo lo sigo prestamente, y trepo hasta el nido que está en
la grieta del acantilado.
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