jueves, 29 de octubre de 2009

ricardo marcenaro bitácora. Desgraciados.

Desgraciados dijo y todo el peso de la palabra, resignificada, cayó sobre mí, inundándome.

Me decían que habían pocas personas que como yo hacían lo que querían. Que la gente iba por la calle como muerta, asustada, con cara de vencidos.

Había contado de un muchacho que me decía que estudiaba en la facultad y trabajaba y me lo contaba como si estuviese en un cadalso, pálido, ojerudo, desanimado, envejecido prematuro.

Desgraciados, sacados de la gracia me pegó como un hachazo en medio de la mente, desparramándome en sangre por todo el cuerpo, hasta el último glóbulo me tembló.

No hablé de los precios que pagué por mi paz y felicidad y ni siquiera si la tengo o en que consiste, no venía al caso, apenas se deslizó un innecesario par de frases.

Estábamos impactados por las caras abrumadas que habíamos pasado, una familia que tiene un negocio y que todos tienen una cara de tristeza, decepción, incomodidad con el mundo…

Auto-robados de felicidad, la gracia suicidada, con los dientes apretados, limando células, criando enfermedades.

Amo a los artistas porque van contra la corriente y en contra de todo eso.



RM



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