La curiosidad por medir los propios progresos en la decadencia es la única razón que hay para avanzar en edad. Creía haber llegado al límite, pensando que el horizonte se había cerrado para siempre, me lamentaba, me dejaba llevar por el desaliento. Y, de pronto, me doy cuenta de que se puede caer más bajo aún, que hay novedades, que no toda esperanza está perdida, que es posible hundirse un poco más y apartar así el peligro de quedar fijo, de anquilosarse.
*
«Sólo al insensato le parece un bien la vida», decía hace veintitrés siglos Hegesías, filósofo cirenaico del que casi sólo queda esta frase... La suya es una obra que me gustaría reinventar.
*
Nadie se acerca a la condición de sabio si no tiene la fortuna de ser olvidado mientras está vivo.
*
Pensar es socavar, es socavarse. Actuar implica menos riesgos porque la acción llena el intervalo entre las cosas y nosotros, en tanto que la reflexión la amplía peligrosamente.
... Mientras me entrego a un ejercicio físico, a un trabajo manual, soy feliz, estoy colmado; en cuanto me detengo me viene el vértigo y sólo pienso en salir huyendo para siempre.
*
En el punto más bajo de uno mismo, cuando se ha tocado el fondo y se ha palpado el abismo, uno se ve reanimado súbitamente reacción de defensa o de ridículo orgullo por el sentimiento de ser superior a Dios. El aspecto grandioso e impuro de la tentación de dar por terminado todo.
*
Una emisión radiofónica sobre los lobos, con ejemplos de sus aullidos. ¡Qué lenguaje! No existe uno más desgarrador. Nunca lo olvidaré y me bastará en el fututo, en momentos de gran soledad, acordarme de ellos claramente para tener el sentimiento de pertenecer a una comunidad.
*
«Después de mí, el diluvio», es el lema de cada cual: admitimos que otros nos sobrevivan, pero con la esperanza de que serán castigados por ello.
*
Un zoólogo que en África observó de cerca a los gorilas, se asombra ante la uniformidad de su vida y de su gran ocio. Horas y horas sin hacer nada... ¿No conocen el aburrimiento?
Esta es la típica pregunta de un hombre, de un mono ocupado. Lejos de huir de la monotonía, los animales la buscan y lo que más temen es que cese. Pues sólo cesa para ser reemplazada por el miedo, causante de toda actividad.
La inacción es divina. No obstante, el hombre se rebeló contra ella. En la Naturaleza sólo él es incapaz de soportar la monotonía, sólo él quiere a toda costa que algo suceda, sea lo que sea. Así, se muestra indigno de su antepasado: la necesidad de novedad es lo propio de un gorila descarriado.
*
Cada vez nos acercamos más a lo Irrespirable. Cuando lleguemos a ello será el gran Día. Lástima que apenas estemos en la víspera.
*
Una nación alcanza la preeminencia y la conserva mientras acepta convenciones necesariamente ineptas y se llena de prejuicios sin tomarlos como tales. En cuanto los llama por su nombre, todo queda desenmascarado, comprometido.
Querer dominar, representar un papel, hacer la ley, comporta una fuerte dosis de estupidez: la Historia, en su esencia, es estúpida... Prosigue, avanza, porque las naciones liquidan sus prejuicios una tras otra. Si todas prescindieran de ellos al mismo tiempo sólo quedaría una bienaventurada disgregación universal.
*
No se puede vivir sin móviles. no tengo ya móviles y vivo.
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«Sólo al insensato le parece un bien la vida», decía hace veintitrés siglos Hegesías, filósofo cirenaico del que casi sólo queda esta frase... La suya es una obra que me gustaría reinventar.
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Nadie se acerca a la condición de sabio si no tiene la fortuna de ser olvidado mientras está vivo.
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Pensar es socavar, es socavarse. Actuar implica menos riesgos porque la acción llena el intervalo entre las cosas y nosotros, en tanto que la reflexión la amplía peligrosamente.
... Mientras me entrego a un ejercicio físico, a un trabajo manual, soy feliz, estoy colmado; en cuanto me detengo me viene el vértigo y sólo pienso en salir huyendo para siempre.
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En el punto más bajo de uno mismo, cuando se ha tocado el fondo y se ha palpado el abismo, uno se ve reanimado súbitamente reacción de defensa o de ridículo orgullo por el sentimiento de ser superior a Dios. El aspecto grandioso e impuro de la tentación de dar por terminado todo.
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Una emisión radiofónica sobre los lobos, con ejemplos de sus aullidos. ¡Qué lenguaje! No existe uno más desgarrador. Nunca lo olvidaré y me bastará en el fututo, en momentos de gran soledad, acordarme de ellos claramente para tener el sentimiento de pertenecer a una comunidad.
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«Después de mí, el diluvio», es el lema de cada cual: admitimos que otros nos sobrevivan, pero con la esperanza de que serán castigados por ello.
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Un zoólogo que en África observó de cerca a los gorilas, se asombra ante la uniformidad de su vida y de su gran ocio. Horas y horas sin hacer nada... ¿No conocen el aburrimiento?
Esta es la típica pregunta de un hombre, de un mono ocupado. Lejos de huir de la monotonía, los animales la buscan y lo que más temen es que cese. Pues sólo cesa para ser reemplazada por el miedo, causante de toda actividad.
La inacción es divina. No obstante, el hombre se rebeló contra ella. En la Naturaleza sólo él es incapaz de soportar la monotonía, sólo él quiere a toda costa que algo suceda, sea lo que sea. Así, se muestra indigno de su antepasado: la necesidad de novedad es lo propio de un gorila descarriado.
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Cada vez nos acercamos más a lo Irrespirable. Cuando lleguemos a ello será el gran Día. Lástima que apenas estemos en la víspera.
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Una nación alcanza la preeminencia y la conserva mientras acepta convenciones necesariamente ineptas y se llena de prejuicios sin tomarlos como tales. En cuanto los llama por su nombre, todo queda desenmascarado, comprometido.
Querer dominar, representar un papel, hacer la ley, comporta una fuerte dosis de estupidez: la Historia, en su esencia, es estúpida... Prosigue, avanza, porque las naciones liquidan sus prejuicios una tras otra. Si todas prescindieran de ellos al mismo tiempo sólo quedaría una bienaventurada disgregación universal.
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No se puede vivir sin móviles. no tengo ya móviles y vivo.
Gozaba de perfecta salud, me sentía mejor que nunca. De pronto, un frío me sorprendió haciéndome comprender que ya no tenía remedio. ¿Qué sucedía? No era, sin embargo, la primera vez que una sensación similar me asaltaba. Sólo que antes la soportaba sin intentar comprenderla. Ahora quería saber, y de inmediato. Descarté hipótesis tras hipótesis: no era cuestión de enfermedad. Ni la sombra de un síntoma al cual aferrarme. ¿Qué hacer? Estaba desorientado, incapaz de encontrar aunque fuera un simulacro de explicación, cuando me vino la idea y fue un verdadero alivio de que se trataba de una versión del grande, del último frío, y que estaba únicamente ejercitándome, ensayando...
*
En el Paraíso, los objetos y los seres, cercados por todas partes por la luz, no proyectaban sombra. Es decir, que no tenían realidad, como todo lo que no se encuentra mancillado por las tinieblas ni habitado por la muerte.
*
Nuestras primeras intuiciones son las verdaderas. Lo que pensaba de muchas cosas en mi juventud me parece cada vez más justo, y después de tantas vueltas y revueltas regreso a ellas nuevamente, afligido por haber construido mi existencia sobre la ruina de aquellas evidencias.
*
Sólo me acuerdo de haber recorrido un sitio si tuve la suerte de sentir en él algún aniquilamiento a causa del hastío.
*
En la feria, ante ese titiritero que gesticulaba, aullaba, se fatigaba, pensé que, mientras él estaba cumpliendo con su deber, yo esquivaba el mío.
*
Manifestarse, emprender algo en cualquier aspecto, es lo propio de un fanático más o menos disfrazado. Si uno no se cree investido de alguna misión, existir es difícil, y actuar, imposible.
*
La certeza de que no hay salvación es una forma de salvación, es incluso la salvación. A partir de ahí da igual organizar la propia vida que construir una filosofía de la historia. Lo insoluble como solución, como única salida.
*
Mis padecimientos me han echado a perder la existencia, pero gracias a ellos existo, me imagino que existo.
*
El hombre sólo me interesa desde que ya no cree en sí mismo. Mientras se encontraba en pleno auge, sólo merecía indiferencia. Ahora suscita un nuevo sentimiento, una simpatía especial: el horror enternecido.
*
De nada me ha servido deshacerme de tantas supersticiones y ataduras, no puedo considerarme libre, alejado de todo. La locura del desistimiento ha sobrevivido a otras pasiones y no quiere dejarme: me fustiga, persevera, exige que siga yo renunciando. ¿Pero a qué? ¿Qué me queda por rechazar? Me lo pregunto. Mi papel ha terminado, mi carrera también, y sin embargo nada ha cambiado en mi vida, estoy en el mismo punto, debo desistir todavía y siempre.
XII
No hay posición más falsa que la de haber comprendido y permanecer vivo.
*
Cuando se considera fríamente esa porción de tiempo impartida a cada cual, es igualmente satisfactorio e irrisorio que se alargue un día o un siglo.
«Ya he cumplido.» No hay expresión que se pueda proferir más a propósito en cualquiera de los instantes de una vida, incluyendo el primero.
*
La muerte es la providencia para aquellos que han tenido el gusto y el don del fracaso, es la recompensa para todos los que no han logrado nada, que nada tenían que lograr... Les da la razón, es su triunfo. Por el contrario, para los otros, los que han luchado por tener éxito y lo han logrado, qué chasco, qué bofetón.
*
Un monje de Egipto, después de quince años de completa soledad, recibió de sus padres y de sus amigos un paquete de cartas. No lo abrió, lo echó al fuego para escapar a la agresión de los recuerdos.
No es posible permanecer en comunión con uno mismo y sus pensamientos si se permite que los fantasmas se manifiesten y causen estragos. El desierto no significa tanto una vida nueva como la muerte del pasado; finalmente se ha evadido uno de su propia historia. En el mundo, no menos que en las tebaidas, tanto las cartas que uno escribe como las que recibe, prueban que se está encadenado, que no se ha roto ningún lazo, que no se es más que un esclavo y que se merece serlo.
*
Un poco de paciencia y llegará el momento en que ya nada sea posible, en que la Humanidad, acorralada, no pueda dar un paso más en ninguna dirección.
Si se imagina uno a grandes rasgos este espectáculo sin precedente, dan ganas de entrar en detalles... Y a pesar de todo se teme faltar a la juerga, no ser ya lo suficientemente joven para asistir a ella.
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En el Paraíso, los objetos y los seres, cercados por todas partes por la luz, no proyectaban sombra. Es decir, que no tenían realidad, como todo lo que no se encuentra mancillado por las tinieblas ni habitado por la muerte.
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Nuestras primeras intuiciones son las verdaderas. Lo que pensaba de muchas cosas en mi juventud me parece cada vez más justo, y después de tantas vueltas y revueltas regreso a ellas nuevamente, afligido por haber construido mi existencia sobre la ruina de aquellas evidencias.
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Sólo me acuerdo de haber recorrido un sitio si tuve la suerte de sentir en él algún aniquilamiento a causa del hastío.
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En la feria, ante ese titiritero que gesticulaba, aullaba, se fatigaba, pensé que, mientras él estaba cumpliendo con su deber, yo esquivaba el mío.
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Manifestarse, emprender algo en cualquier aspecto, es lo propio de un fanático más o menos disfrazado. Si uno no se cree investido de alguna misión, existir es difícil, y actuar, imposible.
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La certeza de que no hay salvación es una forma de salvación, es incluso la salvación. A partir de ahí da igual organizar la propia vida que construir una filosofía de la historia. Lo insoluble como solución, como única salida.
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Mis padecimientos me han echado a perder la existencia, pero gracias a ellos existo, me imagino que existo.
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El hombre sólo me interesa desde que ya no cree en sí mismo. Mientras se encontraba en pleno auge, sólo merecía indiferencia. Ahora suscita un nuevo sentimiento, una simpatía especial: el horror enternecido.
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De nada me ha servido deshacerme de tantas supersticiones y ataduras, no puedo considerarme libre, alejado de todo. La locura del desistimiento ha sobrevivido a otras pasiones y no quiere dejarme: me fustiga, persevera, exige que siga yo renunciando. ¿Pero a qué? ¿Qué me queda por rechazar? Me lo pregunto. Mi papel ha terminado, mi carrera también, y sin embargo nada ha cambiado en mi vida, estoy en el mismo punto, debo desistir todavía y siempre.
XII
No hay posición más falsa que la de haber comprendido y permanecer vivo.
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Cuando se considera fríamente esa porción de tiempo impartida a cada cual, es igualmente satisfactorio e irrisorio que se alargue un día o un siglo.
«Ya he cumplido.» No hay expresión que se pueda proferir más a propósito en cualquiera de los instantes de una vida, incluyendo el primero.
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La muerte es la providencia para aquellos que han tenido el gusto y el don del fracaso, es la recompensa para todos los que no han logrado nada, que nada tenían que lograr... Les da la razón, es su triunfo. Por el contrario, para los otros, los que han luchado por tener éxito y lo han logrado, qué chasco, qué bofetón.
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Un monje de Egipto, después de quince años de completa soledad, recibió de sus padres y de sus amigos un paquete de cartas. No lo abrió, lo echó al fuego para escapar a la agresión de los recuerdos.
No es posible permanecer en comunión con uno mismo y sus pensamientos si se permite que los fantasmas se manifiesten y causen estragos. El desierto no significa tanto una vida nueva como la muerte del pasado; finalmente se ha evadido uno de su propia historia. En el mundo, no menos que en las tebaidas, tanto las cartas que uno escribe como las que recibe, prueban que se está encadenado, que no se ha roto ningún lazo, que no se es más que un esclavo y que se merece serlo.
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Un poco de paciencia y llegará el momento en que ya nada sea posible, en que la Humanidad, acorralada, no pueda dar un paso más en ninguna dirección.
Si se imagina uno a grandes rasgos este espectáculo sin precedente, dan ganas de entrar en detalles... Y a pesar de todo se teme faltar a la juerga, no ser ya lo suficientemente joven para asistir a ella.
Ya salga de la boca de un tendero o de la de un filósofo, la palabra ser, tan rica, tan seductora, tan llena de significado en apariencia, no quiere decir nada. Es increíble que un espíritu sensato pueda utilizarla con cualquier pretexto.
*
De pie, en medio de la noche, daba vueltas en mi habitación con la certeza de ser un elegido, y un malvado, doble privilegio natural para el que está en vela, escandaloso o incomprensible para los cautivos de la lógica diurna.
*
No a todo el mundo le es dado tener una infancia desdichada. La mía fue más que feliz. Fue coronada. No encuentro mejor adjetivo para designar lo que tuvo de triunfal hasta en sus congojas. Eso tenía que pagarse, no podía permanecer impune.
*
Si me gusta tanto la correspondencia de Dostoievski es porque sólo habla en ella de enfermedad y de dinero, únicos temas «candentes». Todo lo demás es adorno y fárrago.
*
Según parece, dentro de quinientos mil años Inglaterra estará totalmente sumergida en el agua. Si yo fuera inglés dejaría de hacer en el acto cualquier cosa.
Cada cual tiene su unidad de tiempo. Para unos es la jornada, la semana, el mes o el año; para otros son diez años, hasta cien... Esas unidades, todavía a escala humana, son compatibles con cualquier proyecto y cualquier ocupación.
Hay quienes toman como unidad al tiempo mismo y a veces se elevan por encima de él: para ellos, ¿qué ocupación, qué proyecto merece ser tomado en serio? Quien ve demasiado lejos, quien es contemporáneo de todo el porvenir, no puede ocuparse, ni siquiera moverse...
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De pie, en medio de la noche, daba vueltas en mi habitación con la certeza de ser un elegido, y un malvado, doble privilegio natural para el que está en vela, escandaloso o incomprensible para los cautivos de la lógica diurna.
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No a todo el mundo le es dado tener una infancia desdichada. La mía fue más que feliz. Fue coronada. No encuentro mejor adjetivo para designar lo que tuvo de triunfal hasta en sus congojas. Eso tenía que pagarse, no podía permanecer impune.
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Si me gusta tanto la correspondencia de Dostoievski es porque sólo habla en ella de enfermedad y de dinero, únicos temas «candentes». Todo lo demás es adorno y fárrago.
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Según parece, dentro de quinientos mil años Inglaterra estará totalmente sumergida en el agua. Si yo fuera inglés dejaría de hacer en el acto cualquier cosa.
Cada cual tiene su unidad de tiempo. Para unos es la jornada, la semana, el mes o el año; para otros son diez años, hasta cien... Esas unidades, todavía a escala humana, son compatibles con cualquier proyecto y cualquier ocupación.
Hay quienes toman como unidad al tiempo mismo y a veces se elevan por encima de él: para ellos, ¿qué ocupación, qué proyecto merece ser tomado en serio? Quien ve demasiado lejos, quien es contemporáneo de todo el porvenir, no puede ocuparse, ni siquiera moverse...
Desgarradura:
El
Inconveniente de Haber Nacido:
Filosofia: Cioran - El Inconveniente de Haber Nacido - Parte 26 - (De l'inconvenient d'etre ne - 1973) - Links
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