miércoles, 19 de agosto de 2009

Poesía: Oliverio Girondo. Nocturno - ricardo marcenaro foto



Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana.

Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más

solos. Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas.

Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin

razón.

¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo, y

cuál será la intención de los papeles que se arrastran en los

patios vacíos?

Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse

las mentiras, y en que las cañerías tienen gritos

estrangulados, como si se asfixiaran dentro de las paredes.

A veces se piensa, al dar vuelta la llave de la electricidad,

en el espanto que sentirán las sombras, y quisiéramos

avisarles para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los

rincones. Y a veces las cruces de los postes telefónicos,

sobre las azoteas, tienen algo de siniestro y uno quisiera

rozarse a las paredes, como un gato o como un ladrón.

Noches en las que desearíamos que nos pasaran la mano

por el lomo, y en las que súbitamente se comprende que no

hay ternura comparable a la de acariciar algo que duerme.

¡Silencio! —grillo afónico que nos mete en el oído—.

¡Cantar de las canillas mal cerradas! —único grillo que le

conviene a la ciudad—.



Buenos Aires, noviembre, 1921.

Oliverio Girondo



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