Introducción
¡Escuchen la voz del Bardo!
El que contempla Presente, Pasado
y Futuro;
cuyos oídos escucharon
el que anduvo entre los ancianos árboles.
Convocaba al Alma descarriada,
lloraba en el rocío del crepúsculo;
el que podía controlar
el polo estrellado,
y renovar la luz caída, rebajada.
¡Oh Tierra, Oh Tierra, regresa!
"Emerge de la hierba plena de rocío;
la noche se agota
y la mañana
se yergue desde la masa aletargada.
No te marches más.
¿Por qué darías la espalda?
El firmamento estrellado,
la playa empapada,
te es concedida hasta que rompa el día."
Respuesta de
desde la tiniebla pavorosa, lúgubre.
Carente de luz,
pétreo espanto.
Con su cabellera cubierta de gris
desesperación.
"Aprisionada en la costa empapada,
un centelleo celoso custodia mi
escondrijo
frío y helado,
y entre lágrimas
escucho al Padre de los hombres
antiguos.
¡Padre egoísta de los hombres!
¡Miedo cruel, celoso y egoísta!
¿Puede el deleite
encadenado a la noche
generar a las vírgenes de la juventud
y la mañana?
¿Acaso la primavera oculta su alegría
cuando crecen los pimpollos y los
capullos?
¿Acaso el sembrador
siembra por la noche,
o ara el labrador a oscuras?
Rompe esta pesada cadena
que congela todos mis huesos.
¡Egoísta, fútil!
¡Ruina eterna!
Que al libre Amor esclavizaste."
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