domingo, 6 de diciembre de 2009

Ricardo Marcenaro bitácora. El yuyo

foto Rm con retoques



Sacaba de las palabras cinco pinzas y tres tenazas, mientras la miraba, un clavo, dos remaches, sonaba su cabeza como cuando se revuelve una caja de herramientas, es en el momento que se sabe que dos sordos…


Ahora es silencio, la uva no pide y madura, vive al cielo y de ella el pájaro o mi boca, el gato duerme en mi cama, eso le da seguridad y confianza, la semilla resquebraja la tierra a la vez que se prende, los humanos rompemos para soltar las manos…


Vivimos tiempos donde no hay frutos, nos ahorramos a nosotros mismos no sé para cuando.

Implícitos decía para borrar sus huellas el ciudadano común que sobrentendía sus originales copias adquiridas y dadas en adiestrada conciencia, sentenció un yuyo al costado de mi pie derecho, en el camino del jardín que da al fondo.


Yo trabajo en el fondo, a fondo, un círculo perfecto hay ahí de pasos dados, de verde que lo conforma, círculo, perfecto, del que radia una potencia que conmueve a todo aquel que a ese lugar se acerca.

Es muy importante para mí que ese lugar que tiene años de círculo camine, me haga caminar animándome, soltándome todas las fuerzas.


Voy y vengo, paso a paso, mis talones retumban en el camino, a medida que esculpo mullo el camino con la viruta de la motosierra, vivo en el bosque, en mi selva privada, donde los pájaros me saludan y no me temen, donde los suspiros atraen al colibrí que es el ala del espíritu de los que conocen el origen.


Absurda es la flor goteada por la lluvia, rabiosa de belleza, estremece el estómago, absurdo el yuyo que me habla en la mano, con estas palabras, mirando al cielo.


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